JAVIER FERNÁNDEZ-CABALLERO
CULTORO se acerca, en este capítulo de «La Intrahistoria”, a uno de los oficios más característicos de Las Ventas: el ayudante de varas. La liturgia de la plaza de Madrid exige un alto nivel en todos los aspectos que rodean a la corrida de toros. En San Isidro se aumenta si cabe ese nivel por treinta ya que en treinta tardes se debe ofrecer una imagen pura y ordenada de lo que es la tauromaquia. En ese aspecto también recae la función de los ayudantes de varas. Éstos se encaran de auxiliar al picador en todo lo externo a la lidia: desde ayudarlos a montar al jaco hasta reponerle la vara si ésta se inutiliza en el ruedo.
«La misión comienza desde por la mañana. Los picadores eligen dos varas para la corrida de por la tarde. Aquí nos encargamos de preparar las puyas para que las apruebe la autoridad. Posteriormente, y tras dejar todo a punto, vienen los picadores y eligen las varas. Por la tarde, se sacan al callejón, le das el palo al picador y lo acompañas por el ruedo por si se inutiliza la vara durante el tercio”, afirman los ayudantes de varas de Madrid.
Sobre el cansancio, la presión y el nivel que exige la primera plaza del mundo, afirman que «la Feria es muy larga. Los primeros días se sobrelleva, pero cuando comienzan a pasar días, el cansancio es grande. Es muy comprometido por el bullicio de la gente, el compromiso de los toreos y la presión que exige la primera Feria del mundo”.