Se representa estos días en el Teatro Real de Madrid la producción operística «Juana de Arco», con la gran actriz francesa Marion Cotillard en el papel protagonista. A Juana de Arco -ya saben- la condenaron a la hoguera en expiación de sus «pecados».
El recordado cantautor Javier Krahe incluía en su repertorio la canción titulada «La hoguera» en la que, con su proverbial ironía, hacía un repaso a las diversas modalidades de pena capital (decapitación, silla eléctrica…) para convenir que su preferida era la que, atado el reo o rea a un poste y rodeado/a de troncos de leña se prende fuego a esta y, con ello, al poco, el o la condenada arde en las llamas antesala del infierno.
Ayer Jaén se acercó al infierno en cuanto a temperatura ambiental (45 grados, uno arriba, uno abajo) y, durante la corrida pero, sobre todo, al acabar ésta, más de uno y una han llevado a José Tomás a una imaginaria hoguera, aún prendidos solo los primeros troncos, pero que amenaza ir en aumento según pasen los días, con Alicante a menos de un par de meses vista.
José Tomás es reo de lesa tauromaquia, cajón de sastre en el que caben todas las «afrentas» acumuladas en veintisiete años de alternativa, regados, por cierto, con sangre generosamente derramada.
José Tomás puso el toreo patas arriba cuando, finales de los 90 del anterior siglo, plantó las zapatillas en el albero venteño y dijo aquí estoy yo. Después se sucedieron tardes para el recuerdo en toda la geografía taurina y en Barcelona fue el acabose.
Llegó un primer mutis por el foro del que salió en 2007 volviendo – cómo no- en La Monumental. Y ahí ya hubo voces que le reprocharon cierta » comodidad», que él mismo se encargó de cerrar con dos tardes consecutivas ( cinco días entre ellas) en 2008 en las que cortó siete orejas y se llevó, en la última, tres cornadas.
En 2010 llegó la tragedia de Aguascalientes, que a punto estuvo de acabar con su vida, salvada con transfusiones de sangre mexicana. Un año después reapareció en Valencia , se prodigó poco y en 2011, entre otras, toreó la última de Barcelona.
Un año después, matinal de septiembre en Nimes, José Tomás sublimó el toreo, solo ante seis ( toros) y ante 14000 almas en trance.
De entonces a acá, Jaén ayer, contados paseillos, carteles «a medida», sin competir con otro que no sea su yo interior…y una perceptible evolución- de años- hacia una tauromaquia que sin perder un ápice de su propuesta de valor sin tacha deja atrás aquel instinto que muchos trataron ( para reprochárselo) de kamikaze y que, cosas veredes, son los mismos que ahora le echan en cara no practicar.
A ello se le suma su particular administración, sus sonoros silencios y la desde ayer agudizada guerra contra los medios de comunicación. Pero todo eso se iba al guano cuando José Tomás se abría de capa…Hasta ayer.
Tres años después de su único compromiso de 2019, en Granada, donde con cuatro toros ( y Sergio Galán a caballo en otros dos) completó una tarde de toreo excelso, su vuelta el Jaén provocó la misma atracción de tantas veces antes, en tantas plazas.
Pero si bien el paseillo se hizo entre ovaciones estas , como la que salió a saludar antes de que el primer toro pisara la arena, parecieron- al menos para quien firma- más protocolarias que emocionales.
Y a partir de ahí la tarde entró en una deriva de voces recriminatorias a todo (el toro, los picadores, los banderilleros – y el color de los papelillos de estas, solidario con la Fiesta ahora prohibida en su capital- y, cómo no, al maestro, a su colocación – ese ¡crúzate!-, sus estocadas, sus descabellos...
Súmese a ello esos gritos patrióticos ya tan habituales como extemporáneos y que, siendo la corrida de cuatro toros- otra «afrenta» -hubo quien pedía más.
Tiró de pundonor José Tomás en sus dos últimos toros -también la oreja, protestada de uno- y en el cuarto hubo muletazos extraordinarios y compromiso máximo, hasta cortar un nuevo trofeo, que tampoco paseó.
Al salir, las caras de muchos, las conversaciones de otros, ya eran anuncio de lo que, al poco, los medios de comunicación, los portales taurinos y la jungla tuitera parecían reclamar: José Tomás ¡a la hoguera!, ficticia claro.
No seré yo.
Quienes anatemizan a José Tomás lo hacen en su libre albedrío y por razones varias. Entre ellas, la de no ser el redentor de la Fiesta, el «salvapatrias» de tantos desmanes perpetrados desde dentro y, encima, «llevárselo crudo». A ellos, en un totum revolutum jocoso, se les suman ofendiditos de guardia y otras especies y los y las que se han bajado del caballo tomasista ¿o era tomista? y «han visto la luz».
Una luz, la del toreo, que – convencido estoy- volverá a brillar en Alicante en agosto. Y allí estaré para contarlo.