En tiempos donde determinados sectores de la sociedad señalan a los toros y a los taurinos, es bueno recordar a esos personajes públicos, dentro o fuera de la política, que nunca han justificado su amor por la tauromaquia. Ahora que escuchamos a determinados políticos ir a los toros “a defender la fiesta”, echamos de menos otros que vayan ejerciendo su liberad de aficionados. Es importante que los políticos arrimen el hombro, pero no por una mera estrategia política, sino por puro convencimiento. Y este 6 de diciembre, día de la Carta Magna, era de justicia acordarse de Adolfo Suárez y el legado en el toreo que ha dejado (y sigue dejando) alguien que ha vivido tan de cerca los entresijos del inicio de la democracia.
Adolfo Suárez Illana (Madrid, 5 de mayo de 1964), abogado de profesión y una de esas personas de relevancia en la sociedad española, se deja ver en los toros sin ningún rubor. Aficionado desde niño de la caza y el toreo, el madrileño ha llegado incluso a torear varios festivales en público en plazas como Sanlúcar de Barrameda o Espartinas, coso éste donde le perdonó la vida a un animal de Samuel Flores (su suegro, y con quien comparte también el proyecto ganadero) en octubre del 2007, tarde donde se despedía de los ruedos.
Pero Adolfo no ha sido el único de su familia que ha toreado en público; su padre, Adolfo Suárez González, también hizo sus pinitos delante de la cara del toro. Fue en julio de 1959 cuando un joven de 27 años se presentaba como novillero en un Festival para noveles celebrado en la plaza vieja de Ávila. Cuentan las informaciones de la época que aquel chico de Cebreros, como se dio a conocer en el cartel, “estuvo valiente, no le cogió el novillo y lo mató a la segunda” reflejaba la crónica de la época.
Aquella tarde fue la primera y la última de la efímera carrera en los ruedos de Adolfo Suárez, que, no obstante, siempre presumió con orgullo de poseer una gran afición, esa que le inculcó desde chico a su hijo del mismo nombre. Un gran aficionado que no escondió dicha afición cuando entró en la política nacional, siendo posiblemente el presidente del Gobierno con mayor relación con el mundo taurino desde la Transición a la actualidad.
Suárez Illana contrajo matrimonio en 1998 con Isabel Flores, hija de Samuel Flores, un ganadero de bravo que sigue ilusionado con ver lidiar sus “samueles” en las plazas de mayor fuste. El nuero del ganadero manchego sigue acudiendo a las distintas plazas de toros de España cuando sus labores profesionales le dejan, y también supo inculcarle a sus hijos el amor por la fiesta de los toros.
Como aficionado práctico ha vivido los miedos y la responsabilidad de una tarde de toros, algo que le ha valido para valorar, si cabe, a unos toreros que cada tarde se juegan la vida en el ruedo de una plaza de toros. Amigo personal de Juan José Padilla, al madrileño también le une una vinculación estrecha con Pepín Liria o José María Manzanares, diestros que también han escrito páginas de gloria en el libro de la tauromaquia.