JAVIER FERNÁNDEZ-CABALLERO
Será cuando la luz aún no alumbre a los retoños. Será cuando la tierra aún no haya parido la vida que el cielo le haya querido otorgar en su letargo invernal. Será cuando Valencia encienda su traca de marzo, cuando Sevilla torne en saeta su mejor estación y cuando Madrid transforme en chotis el ritmo de la ciudad. Será en primavera cuando el que hasta ahora se ha batido por estar en el cartel más florido de toda feria, sea la flor más preciada de todo serial. Será en 2019 cuando el diamante peruano que la afición, las cornadas y la exigencia de Las Ventas ya han pulido cambie el torno de un sistema para el que ya es fundamental. Será en sólo ocho meses cuando las figuras quieran Valencia, Sevilla y Madrid con Roca Rey. Y no él el que quiera con ellos. Porque ya está mandando.
Esto escribía allá por el mes de julio de 2018, cuando Roca Rey cruzaba a hombros el umbral de la calle de Xátiva con Castella y Manzanares a pie. Y la actualidad manda que Roca Rey está siendo y es el hombre del momento. Y sabe que no será fácil asumir el reto, porque en la bendición de su nuevo estatus va implícita la maldición de los que no asumirán la situación, de los que vilipendiarán la condición que se está ganando, de los que exigirán retales pasados para no cargar sobre los hombros la realidad más evidente.
Y será entonces la psicología de la imposición la que tendrá la llave para hacer valer el lugar ganado entre pitones. Ni despachos ni repampinflas… que aquí, donde se muere de verdad, también se manda de verdad. Y ahí radica precisamente lo mortal y lo vital de un espectáculo en el que Roca Rey tendrá primaveral gobierno para maldición de sus predecesores. Ni una feria sin su mano. Ni una. Y todas las quinielas y todos los toreros pasarán por su cartel. Al tiempo.
Y hoy, que el azar ha querido que a Roca Rey le tocase la bola del encierro de Adolfo Martín para la próxima Feria de San Isidro, nos acordamos de la Mancha profunda para acreditar aún más el status que ha tenido y tiene el peruano. Entre los dires y diretes del tuitendido, entre la mirilla acechante de quien exige como tal a una figura que aún ha pasado los tres años de alternativa… ahí estaba de novillero despidiéndose con una de Flor de Jara que le partió en dos el muslo.
Era septiembre. El calor acechante achicharraba el tendido y ahí estaba el tío, con la estampa jovial y sincera de quien aún estaba siendo observado como un niño vestido de luces. Pero con la loca cordura de quien sabía que quería mandar en la tauromaquia. Con un novillo de Flor de Jara. Con un Santa Coloma. Con toda una vida por delante… y con la variedad ganadera como aval de su carrera como novillero.