Desde hace años los ganaderos de bravo vienen sufriendo un señalamiento indiscriminado por parte de las distintas Administraciones debido a unos abusivos controles sanitarios que obligan a muchos ganaderos a tener que llevar sus reses al matadero. Al contrario que otras especies, el toro bravo tiene una genealogía detrás que no se puede perder y que durante varios decenios e incluso quinquenios se ha ido depurando hasta llegar al día de hoy. Su equiparación con el manso está haciendo que muchas vacadas queden diezmadas.
Este es el caso de Antonio Merenciano Ruperto, ganadero del hierro de Hermanos Merenciano Ruperto, quien ha tenido que mandar al matadero prácticamente a su ganadería al completo por unos duros controles sanitarios. «Hace dos años llevé las sesenta vacas bravas que tenía al matadero, y ahora tengo limusín y angus. Los problemas que hemos tenido por sanidad animal han sido la puntilla a la ganadería brava«, explicaba a este medio.
Hermanos Merenciano Ruperto, una ganadería que era procedencia Domecq vía Martelilla
Una ganadería que estaba conformada por reses procedentes de la vacada de Martelilla, ganadería santo y seña de la ruta del toro. Un trabajo de años que se vio reducido a cenizas por la falta de empatía de una administración que se rige por unas normas que señalan y estigmatizan al ganado bravo, sin duda uno de los iconos de nuestro país. Por lo tanto, este abuso por parte de las administraciones y como no, de Bruselas, está diezmando una cabaña brava que no puede controlar la llegada de determinados animales salvajes que contagian de enfermedades al ganado bravo sin que el ganadero tenga opción de evitarlo.
«Nos han estigmatizado a los ganaderos. El problema principal es que no hay una legislación para el bravo, y se equipara con el resto de ganado manso, cuando no puede ser. Aunque tengas un árbol genealógico de 100 años, te equiparan con ganado manso, y eso es una pena. De hecho nos han estado matando animales que luego en el matadero nos salían sanos. He mandado vacas a matar incluso de quinta generación. He estado noches sin dormir…«, añadía el criador bravo albaceteño.
Un mensaje de un ganadero que difícilmente volverá a meter ganado bravo en su finca tras el palo recibido. Ahora vive mucho más cómodo, no siente el yugo que le dejaba sin dormir varias noches a la semana. Pero Antonio Merenciano no quiere pasar página, quiere seguir recordando los buenos momentos que vivió junto al toro bravo, ese que protegió y mimó en verano con temperaturas superiores a 40º o con las nevadas del crudo invierno.