Embriagados de afición. Así salieron hoy de la plaza las 14.600 almas que acudieron a la tercera novillada de feria, que se daba un lunes de esos que muchos desechan para descansar del intenso ritmo del abono isidril y que a la postre se convirtió en una de las tardes con más contenido de lo que va de feria.
Los que aguardaban la Puerta Grande que coronaba de nuevo a un toledano (ya van dos en menos de cuatro días) que se presentaba por primera vez en la catedral del toreo no estaban bajo el efecto del alcohol de los gin tonics. Más bien estaban emborrachados de afición por el toreo y de ilusión por el futuro más cercano, que, con este nivel, se prevé ilusionante. Y debe ser que los efectos de este tipo de embriaguez no derivan en pérdidas de respeto ni de cordura, ni en el lanzamiento de almohadillas al ruedo en plena lidia, ni en intentos de arrancar una hombrera de la manera más salvaje. Y es que la Puerta Grande de Álvaro Alarcón fue tan limpia que el novillero pudo saborearla de principio a fin.
Para abrir el portón de los sueños, Álvaro Alarcón sorteó el lote de sus sueños. Dos novillos de Ricardo Gallardo con los que triunfar era una tarea mucho más sencilla. Pero había que estar. Y de verdad. Y romperse. Como se rompió el de Torrijos en el sexto, un “Embriagado” de nombre y de bravura que lo quiso todo por abajo. Y por allí se lo dio todo el joven Alarcón. Llevándolo templado, rompiendo las muñecas en los finales de los muletazos por el pitón derecho, por donde cuajó al animal. Hubo dos muletazos en la tanda final y en los medios que fueron colosales, derrocharon temple de principio a fin. Cuando se tiró a matar, sabía que no se le podía ir. La vuelta al ruedo hizo honor a la bravura de “Embriagado”. La Puerta Grande ya estaba abierta y miraba hacia la capital imperial.
Antes, había cortado una oreja al tercero, de insuficiente presentación para la primera plaza del mundo y que podía pasar por animal reseñado en una novillada sin caballos. El galope alegre lo aprovechó Alarcón para llevarlo a los medios y torearlo con un sentido del temple impropio para alguien que se presentaba en esta plaza. Los muletazos y las tandas justas antes de irse a por la espada, y una trincherilla semigenuflexo para abrochar el trasteo le pusieron la oreja en bandeja. El espadazo certificó el premio que le entreabría la más grande de todas las puertas.
Y dimensión de novillero importante dio un Jorge Martínez a quien el palco le birló un orejón en Madrid con desvergüenza y alevosía. Ocurrió en la faena al quinto, donde volvió a jugarse el pellejo, como ya había hecho en su primer turno. Lo hizo ante un novillo que no quería ni uno por el izquierdo y que lo buscaba para meterle mano, cruzándose en cada natural. Después de que cogiera vuelo una faena que fue de menos a más por el derecho, con muletazos hondos y templados, se olvidó del cuerpo (ya lo decía Juan Belmonte) y se plantó frente al animal con el estaquillador y sin ayuda y para más inri, frente al 7. Allí le sopló una tanda de mérito y valor, de las de obligar a embestir por lo civil o por lo criminal. Y después le pegó un espadazo que por sí solo era de premio. Afloraron todos los pañuelos, menos el de la presidencia. El caos y el desgobierno siguen reinando en el palco. Y ya van 16 de feria.
En su primer turno también se había jugado el tipo con un animal que acusaba problemas de vista y que hacía caso omiso a los engaños. Hizo pasar un mal rato al respetable y tiró de valor seco para estructurar una faena en la que pudo haber acabado en la enfermería.
Una oreja cortó del abreplaza el salmantino Manuel Diosleguarde, que dejó detalles y sabor torero en la faena al primero. Lo llevó a media altura y demostró inteligencia en terrenos, tiempos y distancias. Más difícil lo tuvo con el cuarto, al que le faltó emoción y entrega en una completísima novillada de Fuente Ymbro, pero desigualmente presentada que obligó a ganadero y mayoral a dar la vuelta al ruedo junto a Alarcón tras lidiar el sexto, ese “Embriagado”, que por momentos emborrachó a Madrid de bravura y de afición.
FICHA DEL FESTEJO
Plaza de toros de Las Ventas. Decimosexta de la Feria de San Isidro. Novillada picada.
Novillos de Fuente Ymbro, justo de fuerza y presencia, el primero derrochó clase y bondad en sus embestidas; orientado y con peligro fue el segundo; la nobleza y la alegría en la embestida fueron las mejores virtudes del tercero; pronto y descompuesto embistió el más hecho cuarto; de buena condición por el pitón derecho y peligro por el izquierdo fue el agradecido quinto; encastado y bravo el codicioso sexto, «Embriagado», nº 173, premiado con la vuelta al ruedo.
Manuel Diosleguarde (nazareno y oro), oreja tras aviso y palmas tras aviso.
Jorge Martínez (azul marino y oro), ovación y vuelta tras aviso.
Álvaro Alarcón (blanco y plata), oreja y dos orejas.
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