Con la temporada ya finalizada a este lado del charco, es momento de hacer balance y desgranar un escalafón que ha arrojado varias noticias sorprendentes respecto a una serie de matadores de toros que han toreado muy poco. Este es el caso del toledano Álvaro Lorenzo, espada que tomó la alternativa el 14 de mayo de 2016 en Nimes tras una fulgurante etapa como novillero con picadores.
Con seis corridas de toros remató ese 2016, sumando 12, 36 y 20 festejos en las tres temporadas posteriores a su alternativa en la citada localidad francesa. Un torero que estuvo anunciado prácticamente en todas las ferias, cortando orejas en cosos de primera que le valieron para seguir entrando en las ferias. Pero su mayor triunfo llegó con el corte de cuatro orejas en la primera plaza del mundo el 1 de abril de 2018, fecha en el que fue izado a hombros camino de la calle Alcalá.
Llegó la pandemia y con ello menguaron los festejos, algo que también afectó a un diestro que cuajaría en Linares una gran faena a un gran ‘Matagallo’ de la familia Algarra premiado con el pañuelo azul. Cuatro fueron los paseíllos que trenzó vestido de luces antes de un 2021 donde consiguió volver a plazas de relevancia. 10 fueron las tardes que se vistió de luces subiendo a 18 en un 22 donde volvería a dar argumentos para seguir contando con él. Pese a ello fue viendo como otros compañeros iban ocupando los puestos que se había ganado en el pasado, quedándose en los 12 paseíllos durante la temporada pasada.
Unos números que sin ser preocupantes si eran una llamada de atención y una tendencia que podía ir a la baja de no volver a dar un golpe sobre la mesa. Y eso pasó en esta temporada recién finalizada al vestirse de luces únicamente dos tardes a lo largo de este 2024. Madrid y Madridejos han sido los cosos donde el toledano pudo trenzar el paseíllo, siendo este silenciado con los astados de El Torero en San Isidro y cortando una oreja a uno de los astados de la familia lozano en la localidad toledana.
Tras la ruptura con Fernando Lozano en octubre de 2021 tanto Santiago Ellauri como Pedro Rodríguez Tamayo apostaron por uno de los espadas más capaces del escalafón, un diestro que camina solo tras su desvinculación con sus últimos apoderados en junio del pasado año. Un torero que pese a estar condenado a ver los toros desde la barrera no ha perdido la ilusión por volver a reverdecer laureles, por salir de ese banquillo que según palabras de Juan José Padilla “te curte o te pudre como torero”.
Su buena relación con ciertos ganaderos le hizo no perder ese hilo conductor con el toro, el poder tentar vacas y torear machos a puerta cerrada ha sido su válvula de escape en un 2024 duro para él como torero. Son momentos donde uno ve realmente quienes son sus apoyos, esos que se mantienen pese a las adversidades. Como citó Roberto Domínguez en su carta de despedida tras abandonar todo vínculo profesional con el sector: “Los toreros tenemos una forma muy particular de valorar el mundo que nos rodea cuando estamos en activo. No sabemos administrar bien el tiempo que dedicamos a los aduladores, consejeros y oportunistas que se acercan atraídos por el aroma del éxito. A veces nos damos cuenta tarde del poco tiempo que dedicamos a escuchar a quienes realmente nos dejarán huella”.
Ahora le espera un invierno donde deberá pensar muy mucho los pasos dar. Álvaro (2 de agosto de 1995) es todavía un torero joven, un espada recuperable para una fiesta que está cambiando de forma lenta pero paulatina. Es el momento de dar un paso adelante, de vivir cada tarde en el campo como si fuera a valerte 30 contratos, porque el toro no entiende de tiempos y lugares, y por ello es fundamental dedicarse en cuerpo y alma a este animal que nunca sabes cuando te puede poner en el camino.