COLMENAR VIEJO

La rabia también es de héroes


jueves 7 septiembre, 2023

Una tarde donde los toros de Peñajara y San Martín no le dieron posibilidad alguna de poderse poner en el sitio e intentar demostrar que no estaba anunciado por paisanaje

Ángel Sánchez Rabia (1)
ÁSngel Sánchez camina impotente hacia el patio de cuadrillas Foto: Luis Sánchez Olmedo

En demasiadas ocasiones el torero se convierte en una carrera de obstáculos, esos que los distintos toreros, novilleros y rejoneadores tienen que sortear para llegar a la meta que se propusieron cuando decidieron dedicarse a esta profesión tan dura e ingrata, pero que muchas veces tienen esa recompensa que todos anhelan. Un campo de espinas que muchas veces acaban hiriendo a aquellos que entregan su alma para conseguir dicho sueño.

Casos hay a patadas de toreros que pese a tener enormes condiciones no han llegado a vivir de su profesión, espadas que por h o por b no llegaron al lugar que se propusieron. Toreros, muchos de ellos retirados, que vieron pasar el tren sin poder ni siquiera subirse a él. Juan José Padilla solía decir que “el sufrimiento es parte de la gloria”, y no le faltaba razón. Otros como Manuel Escribano pronunciaban otra frase que ha sido copiada por otros espadas que pasaron por su situación, una frase tan cierta como dura, “el banquillo o te curte o te pudre”.

Dos frases que debe tatuarse a fuego, un Ángel Sánchez que quedó desolado tras ver como el pasado domingo ninguno de los toros que le cupieron en suerte le regalaban una embestida. El de Peñajara no fue precisamente una hermanita de la caridad, siempre midiendo y con un pitón izquierdo auténticamente criminal. Por el derecho tampoco fue mucho mejor, esperando con la cara a media altura y siempre detrás de la mata. El sobrero de San Martín, un mulo de casi 600 kilos, tampoco llevaba dentro esas embestidas que tanto anhelaba el de San Sebastián de los Reyes, un toro que llegaba vencido a los embroques y buscaba a media altura lo que quedaba detrás.

Pero esta historia que les estamos contando sucedió a la muerte del citado tercero de Peñajara. Tras darle boleto al animal extremeño, Ángel tiró todos los trastos al suelo y se fue solo al patio de cuadrillas, el golpe había sido muy duro, el madrileño estaba tocado. No quería saber nada de nadie, quería estar solo. Comenzó a dar vueltas pidiendo unas explicaciones que no tenían respuesta. La lágrimas brotaron por sus mejillas, la rabia por lo sucedido le tenía abatido.

Pero ahí estaba su cuadrilla para arroparlo. Le dejaron su tiempo, ese tan necesario para hablar consigo mismo, y a partir de ahí le mostraron su cariño y la esperanza que tenían todos depositadas en él. Una reacción lógica y entendible la de un torero que se sentía impotente por lo ocurrido. Una vez calmado caminó por el callejón camino del lugar que debía ocupar en el mismo antes de que Miguel de Pablo saliese a parar el cuarto.

Acabó la corrida y nuevamente esas sensaciones volvieron a brotar en un torero que siente a Colmenar como su casa, sin ir más lejos, vive aquí desde hace años, tiene a sus seres queridos en esta ciudad, fue miembro de su escuela taurina. Se le había ido la oportunidad que tanto anhelaba, pero en el toreo, tan ingrato muchas veces, las cosas no pasan por algo. No era su día, eso quedaba claro una vez dio muerte a un animal que por no tener no tuvo ni entrega.

Ángel caminaba desolado por el centro del ruedo, su mirada perdida lo decía todo, la tarde no había sido justa con un torero que se juega todo a una carta en Madrid con los toros de Partido de Resina y Sobral. Una tarde que pese a la dificultad le debe ayudar de aquí al futuro, ya que hay cosas que no están en mano de uno, entre ellas la buena o mala suerte. Seguro que la tarde de Las Ventas no saldrá tan torcida.

Como escribió nuestro director hace unos días: “Es curioso que las sustituciones que ha cogido el torero madrileño las hayan propiciado empresarios con la juventud, la pujanza y la ambición necesaria como para hacer que todo esto vaya cambiando paulatinamente, pero no es que tengamos mucho tiempo para organizar un tinglado que hoy descansa sobre cinco patas que pueden desaparecer en cualquier momento. Y, por ahora, Fernando Adrián le ha dado la vuelta a la moneda: señal de que la tenía…”