SEVILLA

Borja Jiménez y la dama de la curva: el toreo en círculo que enamoró a Sevilla


sábado 13 abril, 2024

El joven selló una obra al tercero para no olvidar al que le paseó una oreja

Borja Jiménez
Borja Jiménez.

Borja Jiménez y la dama de la curva. Así fue la tarde en la que el toreo en círculo del sevillano enamoró a La Maestranza.

Fue como una lápida la cogida de Escribano para la tarde; el toro, que salió como si la cosa no fuese con él, se cebó con Manuel tras la portagayola. Como una mota de oxígeno y esperanza el brindis a la enfermería, y llegó entonces su tremendo aplomo al natural, su proposición pura por la zurda, su trazo circular, su cite a la dama de la curva cuando todo estaba a la contra. Incluso el toro a diestras. Por eso Borja quiso y pudo al cárdeno. Le colocó perfecta la muleta, pulseó su embestida alargando el muletazo hasta el final. Siempre asentado en los riñones, Borja no se dejó ganar la pelea por un ejemplar de gran exigencia. Volvió a derechas, pitón por el que siempre hizo hilo un toro que estuvo a un tris de echárselo también a los lomos.

Y cuando la tarde parecía pesar como una losa, brotó la izquierda de Borja al tercero, que le plantó la tela enroscada, siempre firme en sus plantas asentadas, siempre proponiendo con verdad y trazando con gobierno. Anduvo en torero, siempre presentándole muy planchada la muleta y pulseando la embestida. Se fue a los terrenos del 2 para cimentar una labor donde siempre buscó someter al animal por abajo. Enorme fue el cambio de mano, paladeó en toreo con la zurda en una serie tan rotunda como bella. La serie a pies juntos llevándose la embestida detrás de la cadera acabó por romper a una plaza que vivió intensamente una labor donde siempre buscó el triunfo por la vía del toreo. Exigente, pero muy agradecido fue este tercero, un animal que a derechas, pese a faltarle un punto de humillación, acabó entregándose y yendo a más gracias a un espada que supo darle aquello que pedía en cada momento. La estocada, casi entera, tardó en hacer efecto ante la bravura de un animal con la boca cerrada. Y la oreja fue un clamor.