Este domingo, Borja Jiménez afronta uno de los paseíllos más importantes de su temporada: el de Pamplona. El sevillano tomará parte en una plaza que, el pasado año, apostó por anunciar su nombre cuando pocas plazas lo hacían, y la apuesta le salió cara dentro de una tarde marcada por la dureza.
Las dos portagayolas con las que recibió a sus oponentes calaron profundamente en la afición navarra. En la primera de ellas, pasó un quinario el sevillano porque debió esperar una barbaridad en la puerta de chiqueros. Luego, le pasó por encima en el saludo de rodillas.
La tarde también tuvo otros puntos emotivos, como el brindis al alcalde de Sol del cuarto toro; con ese animal, se puso de verdad por la mano derecha y le robó series rotundas por ese lado teniendo en cuenta lo que tenía delante. Y con el quinto, al que tuvo que lidiar por la sangre de su compañero Robleño, logró series meritorias con paciencia y tragando mucha quina, dando una clamorosa vuelta al ruedo. Fue una tarde en la que Borja Jiménez expuso todo lo que tenía y que, a pesar de la espada, fue un punto de inflexión en su temporada.
Ahora, con ese aval de querer seguir siendo torero de Pamplona, regresa a la Monumental navarra para lidiar un encierro con el hierro de La Palmosilla en el Día del Patrón, el 7 de julio, al lado de Diego Urdiales y de Fernando Adrián.
UNA TARDE QUE PRELUDIÓ SU HISTÓRICO CIERRE DE AÑO
Aquella tarde del 2023 en Pamplona preludió el rompedor final de temporada de Borja Jiménez, ya que una semana más tarde hizo el paseíllo en Las Ventas con una corrida de Margé en la que dio una clamorosa vuelta al ruedo, siendo aduana para colocarse en la corrida de Victorino en la Feria de Otoño, donde logró sellar una tarde histórica tras pasear tres orejas.