A lo largo y ancho de nuestra piel de toro se encuentran importantes tesoros genéticos que debemos proteger seamos taurinos o antitaurinos. Pese a tener formas de pensar diferentes ambos buscamos el bienestar de los animales, por lo tanto, ambas posturas pueden considerarse animalistas. La diferencia radica en el respeto al animal, ese que lucha para ganarse la vida, ese que genéricamente acomete.
Dentro de la multitud de caracteres que puede tener un toro bravo prácticamente todos los ganaderos buscan llegar a la bravura, tomando unos el camino de la nobleza y la calidad y otros el del temperamento o la casta. Visiones tan opuestas como entrelazadas al no existir una fórmula que nos lleve a ese final, la citada bravura. Se suele decir que no hay ganadería sin ganadero, de ahí que multitud de vacadas con una misma sangre no se parezcan en nada unas a otras.
Hoy hablamos de la vacada de María Antonia de la Serna, hierro madrileño con base Santa Coloma, pero con un toque inconfundible Vega-Villar, una sangre que ha llevado a esta ganadería a tener prácticamente un encaste propio tras muchos años seleccionando en base a estas sangres. Un hierro estrechamente ligado a la figura de uno de los diestros más importantes de la historia, un espada que ya desde muy niño empezó a tomarle el pulso a las embestidas de las hembras en esta ganadería.
Se trata de José Tomás, matador de toros madrileño que conoce muy bien el toro que se cría en esta casa, un tipo de animal exigente en sus embestidas, pero con un gran fondo de nobleza, ese que tiene que tener todo animal una vez que ha sido sometido. Se trata de una divisa que comenzó a forjarse allá por los años 80 tras la compra de 25 cabezas y un semental de Santa Coloma al Marqués de Valdueza, un hierro con sangre Dionisio Rodríguez y algún aporte de la rama Vega-Villar, esa que precisamente le ha dado la personalidad necesaria para no parecerse al resto de reses de este encaste.
Se trata de una divisa con identidad propia, esa que le dio ese nombre que ahora siguen peleando por mantener. Un legado que defienden a capa y espada en esta casa, una divisa que sigue luchando por lidiar sus animales, ya sean en becerradas, novilladas o algún toro suelto para corrida. Como muchas otras también tienen su sustento en el festejo popular, mercado donde tienen buen cartel. Por todo ello quisimos hablar con José Ignacio Llorens, marido de María Antonia de la Serna, un ganadero con los pies en el suelo.
Un 2024 que se presenta ilusionante para este hierro madrileño: “Para este año tenemos algo más de 10 toros para las calles de Valencia, Castellón… son las zonas donde mayor demanda tienen nuestros animales. 12 animales muy en tipo de la casa y con pelajes muy variados, algo que, por otro lado, gusta mucho al aficionado. Luego tenemos algo menos de 20 animales entre añojos y erales saliendo estos para festejos menores”.
Vacada que sigue apostando por tener un número amplio de hembras que le den la posibilidad de abrir el abanico de sementales: “Tenemos en torno a 190 vacas madres, las cuales están repartidas en varios lotes con su correspondiente semental. Sabemos que un número muy importante, más en la situación que está el toro, pero de momento no me planteo quitar vacas, no quiero malvenderlas”, añadió Llorens.
Un hierro que se ubica en el término municipal de Buitrago de Lozoya, un lugar donde el animal bravo lleva pastando hace varios lustros: “Esta es una zona donde el toro bravo tiene terreno de sobra para moverse. La finca tiene abrigo para el verano y zonas menos densas de arboleda. Está muy bien acondicionada para la ganadería, teniendo un gran número de cercados para dividir el ganado por edades y sexo, algo que nos ayuda en la organización diaria de la vexplotación”.
Divisa perfectamente definida en fenotipo y genotipo: “Aquí se cría un toro bajo, fino y acapachado de cuerna. Lo que ha sido el encaste Santa Coloma toda la vida. Pese a predominar el pelo cárdeno, también hay ensabanaos e incluso animales negros. La variedad cromática es importante en una ganadería brava. Nosotros somos muy exigentes en la selección, y no porque salga un animal de determinado pelo, somos menos rigurosos a la hora de aprobar un animal”.
FOTOGALERÍA: PABLO RAMOS