El toro bravo es de los animales más sensibles que hay en nuestro entorno en relación con el cambio de tiempo, la alimentación y el manejo. “El toro es un animal muy sensible, fíjate, que prevé los cambios de presión días antes de que nos pasen, debido a que es un animal poco sociable y con jerarquías poco estables, lo que le hace emprender una lucha por la dominancia”, nos comentó en su día un reputado veterinario.
Por todo ello, tanto los ganaderos como los vaqueros y mayorales deben estar muy pendientes de ellos prácticamente a diario. El verano es una época de gran aspereza, más si cabe cuando las temperaturas son altas, el calor aprieta y las moscas hacen acto de presencia. Esta es una época donde el cambio de viento se nota muchísimo, pasar de poniente a levante altera de forma notoria a los animales.
Pese a estar a pocos kilómetros del Océano Atlántico, en la finca gaditana de Jandilla -donde pastan los toros de Lagunajanda-, el calor cuando aprieta es importante, de ahí que las faenas tengan que hacerse a horas muy tempranas para evitar que las altas temperaturas condicionen las labores diarias. Salvador de la Puerta y Diego, su mayoral, andaban ejercitando a una parte de la camada en uno de los correderos más espectaculares que hay en el campo bravo, cuando uno de los animales se volvió y les dio la cara.
Todo lo sucedido a continuación nos lo contó el propio ganadero en sus redes sociales: “Las caídas a caballo en el campo son como un Roscón de Reyes, puedes disfrutar ese trozo ligero y sabroso y quedar en anécdota de la que aprender o te puede tocar en tu ración el garbanzo negro y ser una fatalidad. Esta mañana paseando los toros, lo que pudo ser un garbanzo negro no acabó en tanto. Imprudentemente, cuando reteníamos al final del corredero, en el descanso de la carrera de ida, los 13 toros del tercer cerrado, todavía en proceso de coger la sistemática, solté las riendas de la buena alazana y con Diego, el mayoral, entre libreta y charla le fui pasando unos números de unos becerros”.
Pero la historia no acababa ahí, el percance vino más tarde; así lo explica el propio ganadero en sus redes sociales: “Fue entonces cuando la yegua bajando la cabeza, engancho las riendas con su mano izquierda, y al levantar la cabeza y sentir el apoyo en la boca, no dejó de ir hacia atrás hasta el punto de caerse encima mía. Afortunadamente, ninguna desgracia ocurrió, los toros nobles fueron aguantados por el gran Diego, y desde el suelo pude soltar esa rienda del bocado entre caricias y buenas palabras. Fue bonito ver como mi alazana, cuando aún estaba en el suelo me vino buscando con su hocico agachado como si de un perro fiel se tratara. Noble alazana, nobles toros, un gran mayoral y un servidor muy dolorido”, concluía Salvador de la Puerta.
Por fortuna, ni el ganadero ni la yegua sufrieron daño alguno, conociendo ambos las reacciones de los animales cuando hay cambios de tiempo que alteran su carácter. En esta ocasión simplemente fue la tozudez de un astado que no quiso correr más y que buscó la manera de volver a su cerca. Obviamente, el ganadero y todo su equipo no lo permitieron, el dejar que un animal bravo se salga con la suya marcaría un precedente, complicando todas las labores que se hicieran de ese momento en adelante, más si cabe en una ganadería tan brava como Lagunajanda.
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