Uno de los empresarios que ha expuesto a Cultoro su visión sobre los derechos televisivos es Carlos Zúñiga, máximo responsable de Circuitos Taurinos y gestor de plazas como Gijón, El Puerto de Santa María, Zamora, Aranjuez, Colmenar Viejo o Palencia, entre otras.
El vallisoletano señala que «exceptuando algunas plazas, no se tiene en cuenta el motivo principal del pago y por el que el empresario debe ser el que gestione los derechos de imagen del festejo: la merma de espectadores en el tendido por poder presenciarlo en directo a un coste muy inferior que el de una localidad de la taquilla».
Y ese es, precisamente el problema que emana de las necesidades del empresario, que -conviene no olvidarlo- es el que se juega su dinero y su patrimonio en la producción del espectáculo. Para Zúñiga, y es una opinión muy generalizada en el gremio, es «inviable» la gestión individual de los derechos de cada participante con la operadora, porque «el perjuicio económico lo tiene el empresario», lo cual es muy cierto, teniendo en cuenta que ninguno de los demás implicados en el desarrollo de una retransmisión -fuera de lo que arriesga la propia plataforma que produce y emite la señal-, pierde un sólo euro si las cosas no salen como se preveía.
Lo complejo de la situación provoca las preferencias por el inmovilismo en este caso, dado que aún no se ha encontrado un sistema que convenza a todas las partes interesadas, lo que lleva a los que apuestan su dinero en el empeño a recurrir a aquel viejo aforismo de «Virgencita, que me quede como estoy», aunque el sistema actual muestre fisuras evidentes que demandan una vuelta de tuerca. Y grande. Y pronto.