FRANCISCO MARCH
El 1 de
junio de 2016, es decir hoy hace un año, Manzanares y «Dalia (de
Victoriano del Río)», en Las Ventas,
llevaron el toreo un culmen de belleza y emoción y la Fiesta fue noticia incluso en aquellos
medios en los que nunca (salvo tragedia) lo es.
El 1 de
junio de 1982, es decir hoy hace treinta y cinco años, también en la plaza de
Madrid, los toros de Victorino Martín y la terna, Ruiz Miguel, Esplá y
JLPalomar, fijaron un punto de inflexión de una Fiesta en entredicho y apenas
cinco meses antes del cambio político que llevó a Felipe González a la presidencia
del Gobierno.
Hoy, 1
de junio de 2017, en Las Ventas, ha sonado un petardo apenas mitigado por la
torería y empaque de Cayetano. Y ese petardo, que algunos celebran con un
entusiasmo que les define, debería poner en alerta, aunque sólo sea por
acumulación, a quienes tienen responsabilidad en evitarlo o, al menos, no
propiciarlo.
Si hace
treinta y cinco años, los tendidos de Las Ventas a una gritaron al acabar la
corrida memorable ¡esto es la Fiesta!, ¡esto es la Fiesta!, reivindicando la
verdad, en el toro y en el torero, manifestada en toda su grandeza, en la de
hoy el ¡pum, petardo! retumba doliente y resume la tarde. Los juampedros
(cinco) , algunos en el límite de presentación y todos desbravados a la primera
( y con los tercios de varas convertidos en un penoso simulacro) han dado el
cante y el de Juan Manuel Criado que la remendaba, al menos ha permitido a Cayetano dejar
fogonazos de su subyugante personalidad. Pero, claro, más de uno pensará que,
pudiendo elegir, mejor anunciarse con otros hierros. La eterna canción y así
seguimos, desafinando.
El
toreo, la Tauromaquia, no puede permitirse tardes como esta y otras tantas de
lo que llevamos de Feria, que acaban por dar la razón, o, al menos, argumentos,
a quienes la gozan con el descalabro y , de paso, pone en entredicho su
credibilidad como espectáculo hecho de verdad, riesgo, emoción y belleza.
Así las
cosas, los brindis al rey que reinó, los vivas a España y la Fiesta Nacional (sic) y olé, sólo ponen un
contrapunto de casposidad que, visto lo
visto, no somos capaces de sacudirnos. Pero esa es otra historia.