SANTANDER

La espada priva de una segunda salida e hombros a El Cid en otra tarde de madurez y poso


sábado 26 julio, 2025

Paseó una oreja del primero, siendo ovacionado tras una entonada faena al cuarto

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El ejemplar de Domingo Hernández que abrió plaza fue un toro algo cuestarriba, pero proporcionado y bien hecho, que tuvo celo en las cadenciosas verónicas de El Cid hasta los medios. Empujó por debajo del caballo y apretó hacia dentro en banderillas. El diestro brindó a la afición santanderina tras el suceso del día anterior y comenzó con la muleta en la diestra, en la boca de riego, sin probaturas. Basó la faena en el pitón derecho del animal, que tuvo prontitud, ritmo y humilló. Buenos derechazos, trufados de remates muy bien ligados, como pases de pecho de pitón a rabo, afarolados y, sobre todo, un cambio de mano que fue una delicia: lleno de relajo y torería para salir andando de la cara del toro. Con la mano izquierda mantuvo el tono de la faena, aunque en todo momento caló más el toreo en redondo del diestro de Salteras. Lo mató de una estocada corta, atravesada y algo suelta, que necesitó de un golpe de cruceta. Pese a ello, manaron los pañuelos blancos y estrenó su segundo paseíllo consecutivo también con trofeo.

Lavado de cara y estrecho de sienes, sin trapío para Santander el cuarto fue un melocotón muy montado, astifino desde la mazorca, que salió algo abanto. Cumplió, aunque hizo sonar el estribo, en su encuentro con el varilarguero. Como una centella se arrancó en banderillas. Toro encastado, pronto y muy codicioso, se quería comer la pañosa de El Cid, que resistió y se impuso a ese torrente de casta de las primeras series con más mando que brillo. Porque no era sencillo reducir la embestida del toro. Ese lucimiento fue brotando a medida que fue menguando la casta del toro. Más atemperado, volvió a surgir una versión más relajada y templada del de Salteras. Tenía la oreja y la segunda Puerta Grande montañesa en 24 horas en su mano, pero lo pinchó. Una, dos, tres veces antes de la estocada. Saludó una sentida ovación.