Son muchos los toreros que durante su carrera han vivido situaciones que son dignas de contar posteriormente en un libro, anécdotas con personalidades del toro (ganaderos, toreros, apoderados, aficionados…) que sacarían una sonrisa a más de uno. Toda una vida dedicada al toro bravo que lleva a esos espadas a echar la vista a atrás y sacar una sonrisa, esa que les retrotrae a un momento de su vida de especial significancia.
Pero amén de anécdotas, momentos vividos fuera y dentro de la plaza, hay toreros que tienen secretos ocultos que el aficionado no conoce al no pasar el día a día con el propio espada. Uno de ellos es el sevillano Manuel Jesús Cid Salas, más conocido como El Cid, diestro que llegó al cénit de su carrera con los seis toros de Bilbao, una tarde que quedará guardada tanto en su memoria como en la de todos los que asistieron aquella tarde de agosto al coso vizcaíno.
Los que han seguido la carrera del sevillano saben que es un torero zurdo, un espada que usó la mano izquierda como pocos, un matador de toros que pese a ser zurdo mataba los toros con la mano derecha. Sus hombres de confianza aseguran que en alguna ocasión sí estoqueó con la zurda, pero que se sentía más cómodo haciéndolo con la derecha, siendo ésta la mano que usó desde que quiso ser torero.
Por culpa de varias lesiones -una en el codo y otra en el hombro derecho- despenó algún toro con la mano zurda, siendo algo testimonial dentro de su dilatada trayectoria como novillero primero y posteriormente como matador de toros. Pese a haber conseguido un número importante de triunfos en plazas como Madrid, Sevilla o Bilbao, otros tantos se los llevó esa espada que le privó de tener en su palmarés un número mayor de puertas grandes en plazas a ambos lados del charco.
Una de esas lesiones en 2005 le obligó a cortar la temporada y posponer un año una encerrona con seis toros en Sevilla tras resentirse en Ronda del percance sufrido en Mérida, tarde donde volvería a romperse de nuevo el codo tras pinchar a un toro de Jandilla en el emblemático coso malagueño en una temporada donde salió en hombros el Domingo de Resurrección con la corrida de Juan Pedro Domecq y el jueves de preferia con la de Victorino Martín.
Lesión que le obligaría a parar y a no poder anunciarse con seis toros esa Feria de San Miguel, gesto que pospondría a la temporada siguiente, esa donde saldría a hombros saliendo por la Puerta del Príncipe en un festejo en solitario donde se anunció con toros de La Dehesilla, Zalduendo y Victorino Martín. Pero el calvario no quedaría ahí, el 13 de julio de 2007 sufriría una subluxación en el hombro derecho en la plaza de toros de Pamplona, lesión de la que se resintió días después en Espartinas.
“Tras su actuación del miércoles en Espartinas, existe también una afectación de los ligamentos. Durante una semana deberá permanecer en reposo absoluto para recuperar el hombro derecho de la subluxación sufrida” explicó el traumatólogo que le trató en Espartinas días después del percance de Pamplona. Un lesión que le obligó a perderse tardes importantes en plazas tan significativas como Valencia, El Puerto de Santa María o Mont de Marsan, no así la citada encerrona de Bilbao, una de las tardes más importantes de su vida en un año donde ya había tocado el cielo tras la Puerta del Príncipe con la corrida de Victorino en Sevilla.