En muchas ocasiones la afición habla de los honorarios de los toreros sin saber que éstos no se llevan el montaje total de los mismos: tanto los toreros más humildes como los más consagrados tienen un compromiso con los miembros de su cuadrilla, los cuales también tienen unos mínimos a cobrar según hagan el paseíllo en una plaza de 1ª, 2ª, 3ª o 4ª categoría. Pero ahora hay que hablar del papel que juegan los apoderados, los cuales son los hombres de confianza de los toreros fuera del ruedo. Ellos son los fieles escuderos de unos toreros que únicamente buscan centrarse en aquello que ocurre en el ruedo.
En el toreo, el apoderado es el encargado de velar por los intereses del torero en los despachos. En un coloquio celebrado en Fundación Cajasol de Sevilla organizada por el aula de cultura del periódico ABC, el matador de toros y apoderado Raúl Gracia El Tato dejó el siguiente titular al respecto: «Ser apoderado es una profesión tremendamente exigente y dura ya que velamos por los intereses de un torero que ha puesto toda su confianza en nosotros, de ahí muchas veces podamos tomar decisiones que no sean políticamente correctas por el bien de nuestro poderdante».
«Hay tardes que sales de los despachos pensando prefiero estar delante de un toro. Llevar la carrera de otra persona es algo de mucha responsabilidad» confesaba Eduardo Dávila Miura en el mismo coloquio. Sin duda opiniones fundadas de dos hombres que se han puesto delante de la cara del toro, pasando posteriormente al campo del apoderamiento.
Dentro del mundo del toro hubo grandes apoderados, unos que tomaron el camino de la independencia y otros arropados por un apellido que era santo y seña de una casa de empresarios de alta alcurnia. Uno de esos apoderados independientes fue el gaditano Pepe Luis Segura, el cual confesó en una entrevista a los compañeros de El País lo siguiente: «Ser un apoderado independiente significa no casarte con nadie. Soy amigo de todas las empresas, pero no me he casado con ninguna; y la mayoría me ha pasado factura, aunque he tenido la suerte de contar con buenos toreros, que han justificado en el ruedo las condiciones que yo exigía”.
Si seguimos ahondado en la historia del toreo encontramos apoderados que fueron de la mano de figuras del toro de época. El Pipo y El Cordobés o Camará y Manolete. Dos apoderados que fueron fieles a sus poderdantes, dos hombres singulares y particulares que encontraron la horma de su zapato en dos toreros tan distintos como inigualables. Con el tiempo surgieron otros nombres relacionados a grandes figuras del toreo. Actualmente han perdido fuerza los apoderados independientes en detrimentos de otros que manejan plazas de toros e incluso ganaderías, algo que pone en dificultades a aquellos que siguen el camino opuesto.
Los apoderados independientes, los últimos románticos, esos que luchaban a capa y espada por sus poderdantes sin tener las espaldas cubiertas por otros intereses. Como muy bien contó en su día nuestro compañero Carlos Crivell, llama la atención la necesidad que tienen los empresarios de convertirse, al mismo tiempo, en apoderados. De siempre se ha considerado que era necesario que el torero fuera solo torero; que el ganadero no fuera más que ganadero; que el apoderado solo se dedicara a controlar las contrataciones, y que los empresarios se encargaran solamente de organizar festejos.
¿Pero el apoderado está remunerado? ¿Quién se hace cargo de sus emolumentos? ¿A cuántos ascienden esos honorarios? Son preguntas que muchas veces nos hacemos y que evidentemente tienen respuesta. Según se ha conocido tradicionalmente en el mundo del toro, los apoderados se llevan aproximadamente un 15% de los emolumentos que recibe el torero al que apodera, de ahí que si un espada es contratado en una plaza por 100.000€ el apoderado se llevará 15.000€, aunque estas cifras pueden variar sensiblemente según un caso u otro.
El torero, como dijimos anteriormente, deberá descontar a sus ingresos ese 15% que irá a manos de su apoderado, así como los sueldos de los miembros de su cuadrilla, los gastos derivados del festejo como el hospedaje entre otros, por lo que la cuantía baja sensiblemente. Una vez deducido los gastos relacionados anteriormente a la actividad, así como su propia cotización a la Seguridad Social, el torero tendrá que proceder a la correspondiente liquidación de impuestos ante la agencia tributaria, con lo que resultaría finalmente el líquido resultante de su actividad, procedimiento de liquidación, la cual no difiere sustancialmente de la de cualquier empresario o profesional, al igual que ocurrirá con su apoderado.