TEXTO: MARCO A. HIERRO / ILUSTRACIÓN: JUAN IRANZO
Serán 34 tardes. Una detrás de otra. Hoy comienza la feria más importante del mundo. El Mundial del Toreo, donde quieren estar todos y sólo están unos cuantos elegidos, aunque algo más de un mes de festejos consecutivos tampoco den para poner a todo el mundo de acuerdo. Y así debe ser si queremos que esta fiesta siga importando al aficionado.
San Isidro. Ese divino invento de Livinio Stuyk que resulta la única fórmula rentable de verdad en esta industria cortoplacista y ombliguera que tiene poca costumbre de mirar hacia el futuro. Por eso se ve tan difuminado, tan poco diáfano. Pero, aún así, madrileños y «extranjeros» pasarán por el inmueble de la calle de Alcalá sin ser la fiesta del pueblo, sin ser fecha señalada ni fiesta de guardar. Aún así, una media de 20.000 personas se citará en Las Ventas cada día para ver torear. Y lo verán… si tienen suerte. Por eso este rito es tan grande, con tanto potencial y con tantas posibilidades. Tantas que puede ocurrir que una feria mediocre, por mor de las circunstancias, se convierta en excepcional. Y vicerversa…
Lo cierto es que hoy comienza el baile. Y a bailar siempre va uno con ilusión…