Venía El Mene con ese run run que tienen los futuribles, con ese ambiente del que gozan los novilleros que, además del aval de sus éxitos, tienen el don de dejar poso y mensaje. Unos lo esperaban con interés, otros con escepticismo. Y el resultado, en una de esas tardes de frío ambiente, donde el público ocasional y/o debutante dejó el protagonismo a los inquilinos habituales, no dejó a nadie satisfecho, pero tampoco indiferente.
A El Mene lo midieron como si tuviera tres cortijos. Hacía tiempo que la actuación de un novillero en Madrid no eran tan “contestada”. Pero es que, en ocasiones, por el modo de estar en el ruedo, y de desenvolverse luego, el torero maño dio la impresión de que de verdad los tenía. Y es injusto cargar las tintas de ese modo contra un chaval que apenas habrá toreado una quincena de novilladas pero tampoco es recomendable la actitud adoptada por un torero que pareció en ocasiones preocuparse más del envoltorio y la estética que de dar continuidad e intensidad a sus obras.
Sobre todo en su primero, vareado, enseñando las puntas, que ya se desplazó con calidad en el saludo capotero. Se hizo ovacionar, primero meciendo la verónica y luego por chicuelinas. Colosal la media de cierre y luego la del quite. Lució al animal en varas, donde se arrancó pronto y alegre, virtudes que luego mantuvo en una faena de desigual acople, con muletazos muy buenos, pero excesivamente sueltos, pues dio la impresión de cuidar en exceso la composición, un hecho que influyó en la fluidez de la obra. Después de un sensacional volapié el público dictó sentencia con una gran ovación al novillo en el arrastre y un significativo silencio al novillero.
Quiso enfibrarse más en el chorreado quinto, animal bajo, con la cara para delante, noble y de buen fondo, al que aperturó faena con un torero inicio… pero ya para entonces se había decantado la balanza en su contra. Hubo protestas en la colocación y los conspicuos no respondieron hasta las postrimerías de la obra, cuando se trajo al animal toreado atrás en una gran serie con la mano derecha, lejos de las líneas que había tirado durante toda la tarde.
Volvió a recetar un soberano volapié, y en medio de una división de opiniones generalizada, dudó primero si salir a saludar para después optar por dar una controvertida vuelta al ruedo. Aunque, seguramente, los que la protestaron de modo airado son aquellos que luego defienden ese tan manido axioma que “una gran estocada en Madrid vale una oreja”, no es menos cierto que el torero, o quien le aconsejara, no tomó la decisión más acertada.
A pesar de su dispar presentación, con dos novillos, segundo y tercero, por debajo de la media, todos los ejemplares del Conde de Mayalde tuvieron virtudes, pero los dos con más teclas se juntaron en el lote Tomás Bastos, novillero que venía igualmente con notables antecedentes que por la condición de sus novillos no pudo terminar de concretar. Su primero tuvo más movilidad que entrega y cuando lo tomó el corto, la obra tomó más consistencia. A pesar de algún enganchón de más estuvo resuelto el torero, toreando con gusto y, por momentos, despacio. Hubo un pase de pecho casi circular abrochando una tanda de naturales que generó un clamor. Manseó el serio sexto de salida, se fue suelto al caballo las dos veces, apretando para dentro luego. De embestida muy seca, sin ritmo, Bastos lo intentó sin resultado.
Fabio Jiménez se encontró con un primero de lomo recto, abriendo la cara y enseñando las puntas, que ya acometió con temple de salida. Lo toreó despacio y suave el riojano. Novillo obediente, de gran calidad, sobre todo por el lado zurdo, le faltó un punto de celo para ser de revolución, pero fue animal que dejó expresarse al novillero, que sobre todo al natural dejó muletazos de excelente corte y compostura. Le faltó a la faena algo de chispa y continuidad para terminar de calar en la parroquia. El precioso cuarto que había apuntado condiciones, acusó un puyazo trasero y caído y una la colocación de una banderilla que fue a parar al hueco del mismo, y, exangüe, se echó durante la faena. Hubo de ser apuntillado.
FICHA DEL FESTEJO
Plaza de toros de Las Ventas. Décimo festejo de la Feria de San Isidro 2025. Novillada con picadores. 19.785 espectadores.
Novillos de Conde de Mayalde. Noble y con calidad el primero, al que faltó un punto de celo; con movilidad y transmisión un segundo que llegó arriba, pero al que le faltó rebozarse en el embroque; apagado el tercero; lesionado el cuarto, que debió ser apuntillado durante la faena; con instinto manso y exigente la movilidad del quinto; manso y deslucido el sexto.
Fabio Jiménez, de negro y oro: ovación y silencio.
El Mene, de purísima y oro: silencio y vuelta tras aviso.
Tomás Bastos, de blanco y plata: ovación tras aviso y silencio.
FOTOGALERÍA: LUIS SÁNCHEZ OLMEDO.
