Llevará para siempre en el corazón a Ligerito, el toro que soñó su padre y que ella ha visto lidiar en una plaza como La Maestranza y al que Morante ha cortado el rabo. Concha Hernández camina ya por su finca charra con la satisfacción de que el animal, al que se le extrajeron pajuelas tras su muerte para seguir procreando, seguirá dando vida en su dehesa. Como Domingo, que sigue siendo pulmón bravo del toreo tras su triste adiós y eje ganadero del presente y del futuro.
«Realmente no hemos puesto los pies en el suelo aún. Estamos viviendo un sueño. Me acordé mucho de mi padre. En ese momento le di las gracias porque está ayudándonos y apoyándonos todo lo que puede desde arriba. Mis hijos y yo lloramos como locos, mi madre también. Me acordé de mi hermano, porque esto es obra suya. Lo considero un genio de la ganadería» señala agradecida y aún «en una nube» la propietaria del hierro de Domingo Hernández, que a partir de la próxima temporada lidiará toros solamente con este nombre tras la partición con su hermano Justo hace tres años -que se ha quedado con Garcigrande-.
La obra de Morante: la sublimación de lo eterno
La obra de Morante la sublimación de lo eterno: la faena de José Antonio este miércoles en la Real Maestranza de Caballería de Sevilla pasará a los anales por la forma de proponer, de trazar, de sentir y de ralentizar al máximo cada uno de los lances de capote y posteriores muletazos. Y de gobernar las embestidas del bravo ‘Ligerito’, número 82, de 515 kilos de peso, nacido en diciembre del año 2018 y en cuarto lugar.
«José Antonio vino por primera vez a casa porque iba por la carretera de Vitiguduno y llamó a la puerta directamente: cuando lo vi, casi me moría del susto. No podía ser el rabo para otro sino para él, que se lo ha ganado en la plaza más mágica del mundo, la que más se entrega. Sabía que algún día tenía que pasar algo grande con él, y así ha ocurrido», confiesa Concha Hernández.
Profundiza la ganadera en las virtudes del animal y en cómo lo han criado durante estos años: «Hemos cuidado como nadie al toro, lo hemos ejercitado bien… nos habremos equivocado, pero la ilusión ha sido máxima. El éxito no es mío, que he aportado lo que he podido, sino de mi padre y mi hermano. La ilusión ha sido tremenda desde que la empresa reseñó los 15 primeros toros y en ellos estaba él», recuerda. «Cuando apareció Ramón Valencia por la finca es cuando empezamos a soñar…», reconoce.
Y sigue haciendo un firme recuerdo de su progenitor: «Mi padre cambió el manejo de la ganadería porque fue el primero que empezó a entrenar los toros. Ha sido una persona innovadora y eso ha sido un cambio muy importante. Todos los ganaderos le debemos mucho», defiende.
«Me recordó mucho a Orgullito, porque el padre de Orgullito es el abuelo de este toro»
Sobre el toro, pone en valor que «no paró de embestir, de humillar… me recordó mucho a Orgullito, porque el padre de Orgullito es el abuelo de este toro. Esa forma de embestir llegaba al tendido con mucha facilidad. Iba acompañado, tenía ritmo… No sabía qué más le podía sacar al animal Morante, al que por cierto le hemos sacado pajuelas», avanza. «Me acordé de toda la gente que me ha ayudado, de Ramón Valencia, de Julián Guerra que me ayudó a llegar a Sevilla, de Julio Fernández, de mis hijos…«, expone la ganadera.
Y termina con una reflexión: «A mis hijos les ha caído una responsabilidad tremenda. El otro día cuando lloraban yo no lo podía hacer, porque es algo que yo ya había hecho durante años. Y ellos también. En algún momento habremos metido la pata, pero en ningún momento hemos tirado la toalla ni dar un paso atrás».