FRANCISCO MARCH
Sí, sí, amable lector, ha leído usted bien. Se trata de cortocircuitar el toreo, chamuscarlo y ya después levantar acta de defunción. Esa es al menos la pretensión nada disimulada de Podemos Andalucía (y de lo que queda de IU) al presentar el pasado viernes en el Parlamento andaluz una proposición de Ley para modificar la vigente Ley de Defensa de los Animales (aprobada hace 15 años y ya obsoleta, dicen ellos) . Para ello, utilizan como coartada una recomendación de la ONU en la que insta a España a impedir que los menores sean testigos de espectáculos sangrientos (sic).
Borrador podemista elaborado, claro, en connivencia con una veintena de grupos animal-ecologistas, con la Fundación Franz Weber a la cabeza y soltando la pasta. Entre prohibiciones varias- hay que ver que gustillo le entra a la autoproclamada “nueva izquierda”, tan vieja y tan poco izquierda, con eso de prohibir, ahora que se cumplen precisamente 50 años de aquel mayo de París del ‘prohibido prohibir’- están la del circo con animales, el tiro de pichón, las peleas de gallos (menudo disgusto se va a llevar Morante); sanciones por abandono de mascotas y, también, la regulación de colonias de gatos urbanos.
Pero entre tanta hojarasca, el fin principal se abre paso en el capítulo por el que se prohíbe la participación de menores de edad en las escuelas taurinas (26 en la Comunidad andaluza), con la pretensión de – cita textual cambiando gerundio por infinitivo del mismo verbo- : “cortocircuitar el relevo generacional de los matadores de toros”. Es decir, si no hay aprendices de torero no habrá toreros ni toreo. Se les olvida ( o no) que, llegado el caso, tampoco habría toros pero eso, me temo, es su última preocupación. Por si quedaran dudas de su fin principal y último, el propio secretario político de Podemos Andalucía, Jesús Rodríguez por nombre, lo aclara : “Cortamos de raíz el relevo generacional de toreros, lo que a la larga terminará por dar la puntilla a la Fiesta”. Así lo publica “eldiario.es”, tan de los suyos.
Mientras el líder máximo, Pablo Iglesias, con el cinismo que le caracteriza, a la pregunta de si está por la prohibición de las corridas de toros siempre responde “yo, no”. Los hechos le desmienten. Cuando la prohibición catalana, lo suyo apenas era una tertulia de amiguetes en el bar de la Facultad, pero sus conmilitones de ICV ( e IU y la CHA en el Congreso de Diputados) ya les allanaron el camino. Después, erigidos en la voz de la izquierda ( y de los animales, qué cosas, como Hitler ) han estado al frente y detrás de todas las propuestas, leyes y prohibiciones contra la tauromaquia. Baleares, Galicia, Donosti (aquí con los ex etarras, otros que tal), municipios varios de Valencia, Castilla, Madrid, Aragón…también la Cataluña de los correbous.
Ocurre que la respuesta a tales desmanes (casi) siempre viene del lado más carpetovetónico de los taurinos y eso no hace otra cosa que alimentar su discurso y sus hechos. Sea por miedo o por considerarlo de escasa trascendencia, lo cierto es que se echan en falta voces relevantes de quienes, desde el pensamiento progresista, adscritos a la izquierda, sean o no aficionados a los toros, se alcen ante tanto atropello a la Historia, la cultura y la libertad.
Aunque hay excepciones.
El Domingo de Resurrección, el Diario de Sevilla publicaba un artículo del profesor de Derecho Constitucional de la Universidad de Sevilla, Víctor J. Vázquez, certero ya desde el título: “Insoportablemente moderno”.
El profesor Vázquez es un hombre multidisciplinar al que ningún campo del pensamiento le es ajeno; abierto a la cultura en todas sus expresiones; curioso por naturaleza; comprometido; actor de cine ocasional; autor de sesudos ensayos sobre derecho; amante de lo bello y la belleza; amigo generoso…y taurino en la acepción más noble del término. Y el profesor Vázquez, que es todo eso y más, escribe en el artículo referido: “ Lo cierto es que quien hoy es un niño y se consagra a los ruedos es consciente de que si antes el torero era un símbolo dentro de la comunidad , hoy se sitúa extramuros de ésta, como una reminiscencia extraña y para muchos inmoral y perturbadora. El torero es hoy un hombre al que parte de la sociedad no solo niega la promesa de la gloria sino que además quiere censurarlo, porque está claro a estas alturas que la abolición de las corridas es también la de una forma de vida”.
Y, sigue: “ Es el toreo, sin habérselo propuesto, un arte absolutamente moderno, insoportablemente moderno diría yo para todos aquellos impostores que aspiran a lo radical sin pasar por el duro peaje de la verdad. Llevan razón sus detractores cuando dicen que le toreo no es cultura, porque el toreo es cultura y es contracultura. La tauromaquia es hoy un bien de interés contracultural”.
Ajá.