La ganadería de Hijos de Celestino Cuadri Vides es una de esas divisas que todo aficionado tiene en la cabeza cuando hablamos de personalidad, un tipo de animal distinto al resto gracias a la amalgama de sangres que corren por sus venas. Un tipo de toro peculiar, distinto al resto tanto en fenotipo como en comportamiento. Una ganadería fundada por don José María Lancha hacia el año 1928 con vacas y sementales de don Juan Belmonte procedentes de Gamero Cívico. Posteriormente, agregaría un lote de hembras don Esteban González Camino, que a su vez tenía sangre de Pérez de la Concha, Félix Suárez, Villamarta y Francisco Molina.
En 1954 la vendió a don Celestino Cuadri Vides, que varió el hierro y la divisa. Se sacrificaron las hembras procedentes del último cruce, conservando las procedentes de Santa Coloma. Esta ganadería no puede considerarse hoy como ramificación de la sangre santacolomeña (rama de Ibarra) ni de la de Urcola. Es esta una ganadería fruto de una serie de cruzas y selección posterior que, por su tipo, mercado, valoración y personalidad, se puede considerar como un encaste propio.
Una ganadería muy particular, esa en el que sus animales infunden respeto nada más verlos y que hicieron de Comeuñas y Cabecilla Pelá su territorio favorito, ese que le da cobijo a los animales de este hierro que el próximo año cumplirá 70 años en manos de la familia Cuadri. Con Fernando Cuadri dejando paso a las nuevas generaciones, se abre un nuevo camino para un hierro que sigue gozando del respeto del aficionado.
Fernando es de esos ganaderos que se visten por los pies, un hombre que ha defendido sus ideas a capa y espada, pero que también ha sabido escuchar a todo aquel que tenía a su alrededor. Animalista convencido, no en vano ha dedicado toda su vida al campo y a esos toros tan particulares que llegaron a esta noble tierra del andévalo onubense a mediados de los años 50. Las dos fincas de la casa suman 2.300 hectáreas aproximadamente, allí el ganado bravo es el Rey indiscutible de una Huelva profunda donde la huella de este animal es perenne.
Anunciada por paredes de piedra, las tierras de labor ceden el paso a la dehesa, esa donde las encinas y los acebuches compiten con retamas, palmas y otras variedades de monte bajo. Allí pastan tranquilamente un buen número de toros a la espera de ser lidiados. Días atrás quedó su paso por Madrid, un resultado positivo, pero que no es ni mucho menos el que puede dar esta ganadería, ahora en manos de los sobrinos de Fernando.