FRANCISCO MARCH
Era casi la medianoche del jueves al viernes, acababa un día en el que las calles se llenaron de indignación por una sentencia judicial que es oprobio y desamparo a las mujeres. Y, de pronto, en las redes sociales, dos nombres, un torero y una ciudad, lo llenaron todo. José Tomás volvía a torear en España y Algeciras era el lugar elegido. La fecha, 29 de junio. En la Plaza de Las Palomas.
La última vez fue en Valladolid, septiembre de 2016. Desde entonces, sólo un paseíllo, el pasado 12 de diciembre en la México. Y, siempre, entre medio, el rumor, la espera, el desmentido.
Los ecos de Sevilla aún se escuchan, Madrid y San Isidro aguardan apenas vuelta la hoja del calendario. Se anuncian ferias de postín, en Francia y aquí, también miramos a Aguascalientes (sí, donde José Tomás regresó a la vida hace ocho años) pero ahora, a dos meses vista, de pronto, Algeciras.
En sus ausencias y en sus silencios, José Tomás sigue muy presente y, por eso, cuando su nombre aparece en los carteles, todo se convulsiona. Una convulsión que luego se ratifica en cuanto pisa la arena, ya en el paseíllo. Y no cesa.
Hay quien le echa en cara su renuncia a no competir y le reprocha que, necesitado como está el toreo de presencia en la sociedad, opte por el “apagón informativo”. Pero José Tomás no compite, demostrado está, sólo se desafía a sí mismo. Y su impacto social llega con sólo citar su nombre.
José Tomás, sin torear, está en la sociedad. Se deja ver poco en público, oír aún menos, pero ahí está, ahí está. Está en su ayuda (fundamental) a la Escuela Taurina de Cataluña; en sus donaciones económicas de carácter social o en las de dotación para la medicina taurina, por ejemplos que se sepan. Estuvo, hace unos meses, en la Universidad de Salamanca, callado y para aplaudir a Miquel Barceló.
Pero sí además de estar, torea, ya es el acabose.
Algeciras, primera cita. Ojalá más.