Cuando Octavio Chacón se dirigía a la puerta de la enfermería para brindar a Noé la muerte del toro que lo había herido no hizo más que certificar que el destino del manchego estaba esta noche en La Fraternidad. Pero esta no era una cornada cualquiera en un descuido tonto que no terminas de averiguar por qué ocurrió; la de Gómez del Pilar fue la que paga como triubuto un tío que tiene una hoja de la Puerta Grande abierta y no quiere que la tilden de chica cuando le descerraje el candado. De rodillas ante el altar de los sustos fue a hacer carne ese Vinatero que cerró plaza y que le negó a Noé su segunda oreja, pero le reubicó la Puerta Grande en el Paseo de la Habana: en La Fraternidad.
Había ganado el crédito y el respeto del tendido Noé con el tercero, un cárdeno de una corrida de Escolar tremendamente dura en la que sólo el primero, que de tanta clase sin fuelle babeaba, se olvidó de pedir el carné. No fue el caso de ese tercero serio, bien armado, con cara de vivo y ademanes zorrones. Ese había acudido al penco con ganas de pelear, pero comprendió pronto que la entrega no le valía y se dedicó a inventar trampas. Por eso tragaba los dos primeros que le endilgaba un paciente Noé, pero en el tercero ya le iba pidiendo una explicación. Y el toledano los convenció a base de no llevarle la contraria, de dejar que pusiera las reglas para luego aprovecharse de ellas.
Tardó poco en comprenderlo, porque la inteligencia fue hoy la principal arma humana de Gómez del Pilar -lo del valor fue de extraterrestre-. Entendió que pedía suavidad, pese a sus aristas, muleta al morro, bien tapado y sólo tres y un remate; al cuarto eras perdiz muerta. Así se fue librando cada vez que salió de la cara, y mantuvo la emoción y el ritmo, de forma que cuando llegó la tanda al natural en la que se entregó de verdad Noé se olvidó tanto de la prenda con la que bailaba que el toro lo echó a volar de pitón a pitón. Visto y no visto. Pero no le hizo carne. Por eso pudo pasear la oreja feliz después de una soberbia estocada. Ya veía la foto en la Puerta Grande, pero quiso el destino situarla en La Fraternidad.
Allí pudo ir también un Alberto Lamelas que se jugó la vida sin posibilidad de más con dos alimañas reponedoras que saltaron anunciados como toros bravos. Y ovacionados desde el tendido en el arrastre, oiga. Mientras a Alberto aún le tiritaban las piernas por verle pasar los pitones por el pecho, por el cuello y por los muslos sin que aceptara el toro la incansable propuesta de hacer el toreo a como diera lugar. Cogido en cada trazo lo vieron los profesionales, porque no cejó en su empeño de demostrar que le sobra bragueta para estos seis cobardes de gris. Demasiado generoso fue poniéndolos de largo al caballo.
Eso también lo hizo Octavio Chacón con los tres toros que tuvo que estoquear, pero sólo el cuarto llegó a la montura para embestir. Con un pitón, sin mucha fijeza y menos entrega, pero para embestir. Igual que lo había hecho el primero, que sorprendió a un Chacón que venía preparado para la pelea y de repente le pidieron el toreo. Y lo pilló a contrapié la condición de ese primero, que tampoco anduvo sobrado de raza y de fondo para terminar de convertirse en un buen toro. Por eso se le murió entre las telas cualquier esperanza de triunfo. Con los otros dos duelos no hicieron falta ni padrinos.
Pero sí lo necesitará Gómez del Pilar para ponerse a navegar en esto del toro, porque sona ya muchos años llamando a las puertas los que lleva un tío al que le importa un pito pagar con sangre. Siempre que sea justo el precio a pagar…
FICHA DEL FESTEJO
Plaza de toros de Las Ventas. 24ª de San Isidro. Corrida de toros. Dos tercios de entrada.
Toros de José Escolar. Soso, flojo y noblón el primero; humillador por el derecho el segundo y peligroso por el izquierdo; listo y complicado el tercero; soso y con peligro sordo el cuarto; muy complicado y peligroso el quinto; peligrosísimo el sexto, no tuvo ni medio pase.
Octavio Chacón, silencio tras dos avisos, silencio y silencio en el que lidió por Gómez del Pilar.
Alberto Lamelas, ovación y silencio tras aviso.
Gómez del Pilar, oreja y herido.
FOTOGALERÍA: PABLO RAMOS
