“Dicen que el mejor aficionado es aquel al que le caben más toros y toreros en la cabeza”, algo que no tiene debate alguno. Pese a la polémica suscitada el pasado martes con El Mene en Madrid, las aguas volvieron a su cauce en la tarde del miércoles con las actuaciones de tres toreros que no dejaron resquicio alguno a la controversia. Los focos se los llevó un inmenso Fortes, torero que volvió a quedarse sin la ansiada puerta grande tras pinchar a sendos toros de su lote.
Pero el exigente y variado encierro de Araúz de Robles también permitió, aunque a cuentagotas, permitió ver el concepto del linarense Adrián de Torres, espada que ya dio un golpe sobre la mesa el pasado año en esta plaza. Pese a tener el lote menos lucido, no pasó de puntillas por Madrid. Otro que no lo hizo fue un Morenito de Aranda que ya ha conseguido subirse al tren de las ferias en Francia, y que en Las Ventas también perdió el premio del cuarto por el mal uso de la tizona.
Pero la tarde fue de Fortes, un torero que volvió a dejar en evidencia a un sistema que orilla —más veces de las debidas— a los diestros con condiciones, esos que muchas veces pecan de fragilidad y biseñez, pero a los que hay que saber esperar. La memoria, en esto del toreo, es frágil y selectiva, pero tampoco la paciencia es una virtud intrínseca de quienes manejan los hilos de la misma, esos que, ni mucho menos, van sobrados de ella a la hora de echar la pata pa’lante y velar por el futuro de una fiesta que va más allá del hoy.
Ayer quedó demostrado que hay mimbres para hacer varios cestos, pero no es menos cierto que las obras hay que firmarlas. Para eso son matadores de toros. “Ha sido una tarde de emociones contradictorias, de libertad y de romperme; la pena ha sido la espada”, declaraba el espada malagueño al micrófono de Telemadrid tras la lidia del quinto ejemplar, esta tarde en Las Ventas. Respecto al primero de su lote, toro al que también pinchó tras una importante faena, señaló lo siguiente: “Le veía un fondo muy bueno de humillación, pero no sabía el fondo qué iba a tener. Había que construir poco a poco la faena, lo he podido disfrutar y torear a gusto. Ha sido una pena la espada, estaba la cosa muy emocionante y caliente. Pero es una pena”.

Dos faenas rotundas malogradas con los aceros. Trasteos que volvieron a poner de manifiesto el momento por el que pasa un espada orillado por las empresas durante largo tiempo. Un matador de toros que volvió a sacar la cabeza tras la gran tarde de 2024 en Málaga, a un toro superlativo de Núñez del Cuvillo, coso donde volvió a dar un golpe sobre la mesa el pasado Sábado Santo ante un ejemplar de Álvaro Núñez.
Pero sus declaraciones no se limitaron a valorar sus dos intensas faenas. El malagueño también quiso agradecer el gesto que tuvo con él el Faraón de Camas, torero que, pese a estar todavía convaleciente de una crisis respiratoria agravada por una neumonía previa, no dudó en descolgar el teléfono para desearle suerte a un torero que tenía una tarde clave en la primera plaza del mundo: “Quiero agradecer públicamente al maestro Curro Romero el detallazo que ha tenido conmigo al llamarme durante la comida para desearme suerte”, comentaba un espada marcado a fuego por esa llamada.
Curro Romero supo lo que era el abismo: tardes de bronca y silencios hirientes en un momento de su carrera en el que tenía que navegar a contracorriente por su forma de ver y entender el toreo. Pero nunca se fue, porque el arte, cuando es de verdad, también se alimenta del sufrimiento. Fortes camina por otro filo diferente al de la bronca y ese no es otro que el olvido empresarial. Espada que lleva la cicatriz como moneda y la pureza como condena. Al igual que Curro, ha sentido el frío del olvido y el peso de esa púrpura que muchas veces traiciona. Y, aun así, vuelve. Porque hay toreros que no torean por contrato, sino por necesidad del alma.
