Diego Urdiales
está de actualidad: los contactos con la Fusión Internacional por la
Tauromaquia, aún sin fructificar oficialmente, hacen que la intriga de los
aficionados esté presente en todo momento. Y eso es positivo para una Fiesta
que necesitaba tanto de la apuesta de un grupo empresarial fuerte por el toreo
como por el remonte de un torero de culto que se ha consagrado en 2015. Ese es
Diego Urdiales, que este jueves narra para CULTORO la que ha sido la temporada
de su consolidación, sobre todo, de cara al aficionado de a pie.
La tarde, quizá,
de su vida fue la que ofreció el pasado mes de agosto en Vista Alegre de
Bilbao. Tres orejones a la corrida de Alcurrucén sellaron el fiel compromiso de
un torero que pisa terrenos comprometidos y, además, le pone el punto de gracia
que llena el sentido del tendido. Y ese idioma habló Bilbao en plenas Corridas
Generales, entendiendo a la perfección el riojano que habló el de Arnedo sobre
la tiznada arena norteña. «Fue muy especial porque fue una de las
tardes, sin duda, más importantes de mi vida. Se juntaron todas las
circunstancias para que quedara en el recuerdo y pude sentir realmente el calor
de Bilbao, algo que no había podido hacer de forma rotunda a lo largo de la
temporada”.
Tiene claro el
recuerdo de cuál fue el pensamiento que en aquellos momentos de lágrimas y viva
emoción tras diez minutos de gloria tuvo, y no duda ni un segundo: «Me
acordé de toda mi gente, de mi familia, de mis amigos, de todos los que confían
en mí. También de todos los momentos difíciles que he tenido que pasar hasta
llegar a un día como ese. Ello, unido a la emoción de haberme roto toreando a
ese toro, hizo un cóctel especial que se me quedará grabado toda mi vida”.
Sabía que en
Madrid no salieron las cosas y que, en tardes como Pamplona o San Sebastián
debía arreglar un triunfo que no llegó. No fue así, pero la corrida de Vista
Alegre enfiló un septiembre para el recuerdo, en el que tardes como Logroño por
doble ocasión vencieron al fantasma de la mala suerte en la bola de los lotes. «Madrid es una de mis plazas, sin duda.
Siento un respeto y un cariño muy grande por su afición y he podido dar tardes
de toros muy importantes allí. Quizá no se han juntado las circunstancias para
salir en hombros por la espada o porque los toros no han ayudado, pero se han
vivido momentos bonitos”.
Fue en su
tierra, Logroño, cuando realmente se sintió a gusto, se rompió como torero y
supo enardecer a sus paisanos con tres orejones en cada una de sus dos tardes
en La Ribera. «Me sentí bien en las dos tardes, porque fueron muy redondas. Además,
por los triunfos tan rotundos que supusieron, me permití dar la dimensión del
gran momento que atravieso. Tanto con toros exigentes como con toros con
calidad pude demostrar lo que siento. Me expresé como torero muy a gusto”,
añade. Como asignatura pendiente de cara al invierno tiene el deber de no mirar
más allá. Así lo reitera: «Sólo quiero ser feliz en mi profesión y cada
día que me ponga el vestido de torear que me lo quite con orgullo y habiendo
sentido lo que estoy dando por el toreo”, comenta.
El torero que
quiere ser no está lejos del torero que es. No lo reconoce Diego, pero hablando
y toreando es más puro de lo que cree. «No soy quién para valorarme, sino que tan
sólo intento interpretar el toreo que siento y que llevo buscando mucho tiempo.
Intento ser mejor cada día, y eso es sólo lo que me preocupa. Cada día me
preparo con la preocupación de superarme, de ser capaz de sentir más momentos
delante del toro y que esas cosas especiales que surgen en su cara vuelvan a
suceder”. Y entonces le pregunto
si se siente torero de culto. No contesta. «Eso son palabras mayores. No soy
quién para decirlo. ¿De culto? Yo sólo me siento un torero feliz”.
Se ha hablado en
las últimas semanas de contactos del entorno de Diego Urdiales con la Fusión
Internacional por la Tauromaquia, la nueva gran factoría artística del toreo.
Son dos pilares de la Fiesta en la actualidad que podrían conjugarse para el
bien del futuro de ésta. «Hay interés y, aunque se han dicho muchas
cosas, no hay nada claro”, dice el de Arnedo. Y ahora viene la cuestión
incómoda: si casa bien ser un torero de culto con estar apoderado con un
proyecto grande. «Yo creo que lo que tengo que hacer es ser feliz, tenga quien tenga a mi
lado. Yo me siento a gusto y las cosas deben hacerse como siempre se han hecho,
de verdad. Aunque repito que no hay nada claro, tan sólo sé que pase lo que
pase Villalpando tiene que estar muy cerca de mí”, concluye.
FOTOGALERÍA: EMILIO MÉNDEZ