El rejoneador nacido al otro lado del Tajo, pero afincado en la provincia de Sevilla paseó tres orejas en una tarde de gran rotundidad hoy en Santander. Diego cuajó de principio a fin al buen segundo, pero perdió premio con el rejón de muerte, paseó una oreja de peso en el cuarto -el palco negó el segundo trofeo-, y otra de ley en el cierraplaza.
Largo y algo montado, el segundo salió con menos pies. Ventura trató de encelarlo junto a toriles, con Guadalquivir, en un palmo de terreno. Fue otro astado notable, codicioso y con ritmo, más templado que el primero. Tuvo repetición en las monturas de Ventura, que dejó buenos quiebros sobre Nivaldo antes de exhibir a Bronce, la gran estrella de su cuadra. El bayo tiró de imposible elasticidad y plasticidad para ofrecer siempre el pecho al burel que, encelado, transmitió. Buenas batidas con él, citando muy en corto. De enorme mérito. Trufado todo con mil y un detalles de horas y horas de doma: balancines, manos plegadas, bocados al astado… Igual de jaleado desde el tendido. Carrusel de cortas al violín con Guadiana, muy ceñido. Tras un pinchazo, enterró el rejón entero, aunque el derrame del animal evitó que el palco concediera el trofeo, pese a la mayoritaria petición.
Con más de 650 kilos (657 en la tablilla), el cuarto fue un toro hondo y badanoso, todo un cetáceo de enorme volumen que, barbeó lo suyo en los primeros compases de su lidia, amenazante con ese salto al callejón “made in Los Espartales”. Fue un toro costoso, pero al que Ventura en un estoico ejercicio de capacidad logró minimizar sus evidentes querencias. Tras colocarle dos rejones con Querido, logró luego darle celo toreando de costado con Fabuloso, una de las nuevas estrellas de su cuadra. Cosido al estribo, ni un papelillo cabía entre toro y centauro. De punta a punta en las batidas. Invadió los terrenos del toro, ya muy aplomado, con Nómada, pisando lugares comprometidos. En una moneda, clavó las cuatro rosas postreras. En dos tiempos, logró hundir el acero del rejón de muerte y el animal claudicó. La primera oreja cayó pronto pero, pese al clamor, el palco no atendió la petición de la segunda. Fue abroncado.
El que cerró plaza fue un astado con movilidad, pero al que, como a varios de sus hermanos, le faltó mayor acometividad. Esa falta de codicia la suplió Ventura ya desde que lo paró con “Guadalquivir” dándole celo. Auténticos muletazos cambiando la pista le enjaretó con “Fabuloso”, con el que bordó el toreo de costado. De milimétrico ajuste. “Bronce”, experto en llegar mucho a los toros, se encargó del resto y le ofreció siempre el pecho al de Los Espartales, venido pronto a menos. Aplomado, Ventura expuso colocando una farpa sin la cabezada de pista a pista. La rúbrica llegó con las cortas sobre “Guadiana” al violín. Lo mató de rejón fulminante al segundo intento y cayó el trofeo. Segundo de su tarde. A manos del hispano-luso la primera Puerta Grande de la Feria de Santiago 2025. De ley.