NEGOCIOS

Victorino, Miura, Juan Pedro, Algarra… los otros ‘negocios’ fuera del toro de los grandes ganaderos


miércoles 15 noviembre, 2023

De unos años a esta parte, un buen número de criadores bravos le han dado la vuelta a sus explotaciones para buscar la viabilidad que en muchos casos no da la ganadería de bravo.

Victorino Martín
Victorino Martín, en una imagen de archivo. © Plaza 1

No mentimos a nuestros lectores si afirmamos que ser ganadero de bravo no es un negocio rentable si no se complementa con otras actividades paralelas que lo sustenten. Dependiendo de la zona donde se ubique dicha explotación, su ganadero podrá extraer los recursos que esta tiene para no cargar todo el peso en el ganado bravo. La ganadería brava y por ende la extensiva, siempre ha estado ligada a la agricultura; los ganaderos, grandes conocedores de estos temas, tienen perfectamente estudiada la potencialidad de sus explotaciones para sacarles el mayor rendimiento posible a estas.

Desde el último cuarto de siglo XX a esta parte los ganaderos de bravo fueron abandonando -en gran medida- las zonas más ricas en pasto situadas en la zona de la marisma o la campiña para irse a la sierra y aprovechar así las otras explotaciones para su explotación agrícola. En la sierra el aprovechamiento se basa en un gran porcentaje en el corcho y en la cinegética, amén de la cría del cochino ibérico, mientras que en zonas de campiña es la agricultura y el olivar los que sustentan en muchos casos al ganado bravo.

La ganadería extensiva se corresponde con un sistema de producción basado en las variabilidades naturales y en la existencia de una base territorial concreta, descansando en el aprovechamiento de los pastos. La racionalidad en el uso de las especies pratenses asegura, por tanto, una mejor alimentación del ganado y la pervivencia de las plantas herbáceas. Las mayores superficies pastables se localizan en las regiones de Castilla y León, Castilla-La Mancha, Extremadura y Andalucía, lugares donde se asientan la mayoría de las ganaderías de bravo de nuestro país, explicó en su día Carlos J. Pardo Abad.

La ganadería de bravo es la más sostenible de todas las producciones animales que existen, desde un punto de vista tanto medioambiental como económico y social. Hay casi 1000 ganaderías de bravo en España, Francia y Portugal, que generan más de 30.000 puestos de trabajo en las zonas demográficamente más deprimidas. Los ganaderos de bravo conservan más de 300.000 hectáreas de alto valor natural en Europa y mantienen la raza de bravo, considerada una “metaraza” (raza de razas) por su enorme variabilidad genética entre unas ganaderías y otras, como bien se señala desde la propia web del Ministerio de Agricultura del Gobierno de España.

Como bien se ha contado con anterioridad, la ganadería brava siempre ha estado ligada a la agricultura; los ganaderos, grandes conocedores de estos temas, tienen perfectamente estudiada la potencialidad de sus explotaciones. Dichas explotaciones ganaderas siempre se han basado en la agricultura para sustentar las posibles pérdidas que daba la ganadería de bravo, algo que con el paso del tiempo ha ido menguando debido a diversos factores que contaremos a continuación.

Con el paso de los años y la subida de las materias primas los beneficios derivados de la agricultura van menguando, viéndose obligado el ganadero a apretarse el cinturón. Dependiendo de la zona, unos ganaderos u otros tratarán de aprovechar al máximo aquello que le da su finca para intentar adaptarse a los momentos que se viven actualmente. Ese es el caso de ganaderos como Victorino Martín, Aurora Algarra o Juan Pedro Domecq, tres criadores de primera fila que han tenido diversificar sus negocios para seguir en el mercado y no ponerle el candado a su ganadería.

El caso de Victorino Martín

Victorino
Un toro de Victorino Martín en Las Ventas. © Plaza 1

El ganadero con raíces el Galapagar y asentado desde hace años en la provincia de Cáceres, es uno de esos criadores de bravo que ha sabido diversificar su negocio, ese que siempre ha estado basado en la biodiversidad, la conservación del territorio y la pasión por un animal único como el toro bravo. Muchos ganaderos como el propio Victorino buscan vías de ingresos que sean compatibles con la crianza del toro bravo y que vengan dadas del propio lugar donde se ubica la ganadería.

En este caso hablamos de la cría del caballo lusitano en pureza, una raza que por su nobleza, obediencia, versatilidad y belleza valen tanto para la doma clásica como para el rejoneo o el trabajo diario en la ganadería. Pero este no es el único negocio que vive alrededor del toro, destacando también el turismo rural o el negocio del aceite o el vino. Sin ir más lejos, este mismo año les fue concedida la Medalla de Oro en Intertational awards Virtus Lisboa, sin duda un galardón que les abre paso en el campo vinícola.

Juan Pedro Domecq, un ganadero también abierto a otros sectores

Juan Pedro
Tres toros de Juan Pedro Domecq. © Juan Andrés Viedma

Esta es una de las ganaderías más afamadas del campo bravo, pero como otras muchas tiene que abrirse nuevos caminos para seguir manteniendo la rentabilidad de su explotación. Una explotación situada en la Sierra Norte de Sevilla, concretamente en el término municipal de El Castillo de las Guardas, una zona ideal para la cría del cerdo Ibérico. De ahí que su ganadero aproveche las zonas de dehesa para la cría de este animal tan identitario de nuestro país.

Desde 2019 se pueden encontrar los productos de la casa en países tan lejanos como China, México, Australia, Singapur, Tailandia o el Caribe, pasando por toda la Unión Europea. Se trata de la quinta generación de criadores y empresarios de la más alta calidad representada por la familia Domecq: Juan Pedro, Teresa e Isabel. Al igual que le ocurriera a Victorino Martín con sus vinos, los jamones 100% Ibéricos criados en Lo Álvaro recibieron durante los años 2008, 2012, 2013, 2014, 2015 y 2020 los “Oscar” del mundo de la alimentación: los “Great Taste Awards”, el concurso de alta gastronomía anual organizado por “The Guild of Fine Food” de Londres.

El caso de la ganadería de Luis Algarra

Luis Algarra
El toro de Luis Algarra. © Jota

La ganadería de Luis Algarra se encuentra en la Sierra Norte de Sevilla, en Almadén de la Plata, un entorno natural lleno de encinas y alcornoques que define en más de 800 hectáreas el paisaje andaluz por excelencia: la dehesa. Este es un marco incomparable donde conviven el Toro de Lidia y el Cerdo Ibérico, dos especies que forman parte del legado cultural de Andalucía y como no, de España.

La Capitana Experience es una empresa que nace de la mano de la ganadería Algarra y de la finca “La Capitana”, teniendo como principal objetivo el ofrecer productos y servicios diferenciados y de calidad, que permitan atender a las necesidades específicas de la demanda, y que destaquen por su innovación. En la finca sevillana se organizan todo tipo de eventos, teniendo como la joya de la corona las visitas guiadas por la propia explotación para dar a conocer el día a día de una ganadería de toros bravos, sin duda un atractivo turístico en un entorno natural exclusivo y único.

Unas visitas guiadas que en pocos años se han convertido en una vía de negocio para unos ganaderos que durante muchos años fueron reacios a enseñar el corazón de sus explotaciones. Los pioneros en este tema fueron los hermanos Sainz de la Maza, propietarios hasta hace pocos años de la finca Arenales y de la ganadería del Excmo. Sr. Conde de la Maza, fundada en 1953 por Leopoldo Sainz de la Maza y Falcó. Con el paso de los años se han ido suman do un buen número de divisas como las citadas anteriormente u otras como Flor de Jara o Núñez del Cuvillo, pioneras en visitas individualizadas a caballo para conocer desde otro punto de vista el ganado de cada casa.