MARÍA FUENTES
Admiro a este país. Me gusta España. A pesar de todo. Aún resuenan en estas dos últimas jornadas de aislamiento los aplausos sinceros de toda una sociedad que tiene miedo, pero valora. Una sociedad que afronta una situación insólita pero que aún sonríe. Los aplausos desde cada ventana salen en forma de agradecimiento a todo el personal sanitario que mientras nosotros desde casa vemos como este día tercer día amanece aún más gris, ellos se visten y sus familias se quedan en casa. Apuestan por la vida dejándose la piel.
La lealtad a sí mismos marca sus pasos. Están orgullosos de su profesión, se emplean y sus actitudes al resto nos dan lecciones de vida. No podemos permitirnos sentir miedo porque ellos no lo tienen. No podemos lamentarnos porque tenemos un hogar donde cobijarnos sin correr riesgos. Solo tenemos que estar aquí, velando por ellos, por todos los enfermos que hoy llenan los hospitales de norte a sur y están encontrando en esas camas de Hospital una mano amiga que le promete que todo va bien.
Admiro a los médicos, a los enfermeros, a los auxiliares, al personal de limpieza, a los celadores. Los admiró desde aquel 21 de diciembre de 2018 cuando me rescataron del viaje más oscuro. Hoy los admiro más aún. Son fuertes, resisten. Están a la altura cuando este país más lo necesita. Por momentos seguro que les falta aliento pero quieren que esta pesadilla acabe pronto y luchan.
Cuando tengamos miedo, pensemos en ellos. Cuando dudemos de cuánto durará esta agonía, pensar que ellos no lo hacen. Ellos solo piensan en hoy porque cada día es una lucha. La vida no tiene la obligación de darnos lo que esperamos. Este Covid-19 nos lo ha demostrado. Algunas cosas en la vida están fuera de nuestro control. Esto pasará, y la vida seguirá ahí. Lo que tenemos en nuestra vida es lo que importa. Tenemos a nuestra familia, a nuestros amigos. Tenemos metas y muchos sueños por cumplir que ahí fuera nos están esperando. Nos amaremos más fuerte. Aprenderemos de esto. Prometido.
(Gracias, sanitarios)