No vale porque el virus se ha encargado de que no valga: la tradición de presentar una temporada encorsetada es algo que quedará caduco no sólo en el abono sevillano, sino en el de cualquier Feria que quiera celebrarse de aquí a junio. ¿Esperanzas? Todas. ¿Deseos? Infinitos. ¿Dos fines de semana largos? Posiblemente. ¿Todas las figuras en ellos? También. Pero tiempo al tiempo.
Tener algo claro antes de inicios de marzo es (o debería ser) algo total y absolutamente arriesgado teniendo en cuenta ese mismo corsé que ha venido caracterizando al abono hispalense en las últimas décadas: un paquete de una veintena de festejos junto con las novilladas que, aunque los medios o las redes se empeñen, será imposible
Que estará Morante con Miura (y otras tres tardes más). Que Roca y Aguado torearán sus tres y que Juli, Manzanares, Ponce… tendrán lo que ellos quieran tener dentro de un año de pandemia. Pero dejemos que pase el temporal.
¿O es que le cabe a alguien en la cabeza, con 414 muertos por día, que la empresa va a presentar una cartelería firme (y a firme nos referimos a que el abonado retire ya sus entradas) como en otras campañas?
Centrémonos en centrarnos: en organizarnos como sector, en trabajar de junio hacia adelante, en mirar a Madrid como el horizonte máximo junto a una Sevilla que debe romper el hielo (cuando lo haga) en tiempo y forma.
Sólo hay que reconocer una cosa: para mantener viva la llama es fundamental alborotar el gallinero. ¿O alguien piensa que los sevillanos irán a comprar sus abonos sin haber discutido antes en las tabernas los carteles que anunciamos…?