JAVIER FERNÁNDEZ-CABALLERO
La frase la popularizó el célebre ganadero Daniel Ruiz en un
documental televisivo hace unos años al ser interrogado sobre el porqué de la
desaparición paulatina de las grandes Ferias de este tipo de ganaderías. Poco
después, se hizo viral en las redes sociales aquella frase dicha por el criador
albaceteño hasta tal punto de convertirse, cuando embestían este tipo de
corridas, cuasi en todo un lema por parte de la afición amante de lo cárdeno.
Hoy en Madrid la corrida de Rehuelga, encaste minoritario,
embistió. Y vaya que si lo hizo. Hasta cuatro toros de nota en la capital,
cuatro animales, los dos en los lotes de Alberto Aguilar y Pérez Mota, que más
que de orejas eran de aficionado. De paladear cada una de sus embestidas
humilladas. De pasar paquete delante de ellos por su exigente movilidad por parte
de los chispeantes pero también de disfrutar de su avión humillado. Una gran
corrida sólo enturbiada por el protagonismo del palco: dio una vuelta al ruedo
excesiva a un gran quinto, minusvalorando por ese gesto la opinión final del
importante toro.
El encaste minoritario dio un toque de atención para su
recuperación, para su apuesta empresarial, para que el valor de las figuras se
atrevan en las grandes Ferias, para que la Fiesta viva en la variedad que
dentro de cinco años, si no se siguen mandando al matadero y recortando cabezas
en estos hierros, puede ser una buena nueva para el toreo. Porque la emoción hace
repetir entradas y, por ende, lleva más gente a las plazas. Porque si lo
minoritario embiste y el sistema apuesta por él, las Ferias dentro de un lustro
tendrán gloria cárdena que emocionarán al aficionado.