Estaba allí. Asomada al Mar de Castilla que baña Salamanca, reverdeciendo el canal que conduce al embalse de Almendra. Estaba allí. Y nosotros sin saberlo. Entre las encinas de las tierras que abandonan la Tierra de Ledesma, camino de Las Arribes, estaba la solución a los males del toreo. Y nosotros sin saberlo. Por eso el sector se despeña en el abismo de la peor crisis de su historia: porque somos unos inconscientes. Unos ignorantes.
Lo somos porque queremos arreglar ahora, a mitad de febrero, aquello de lo que ni siquiera nos preocupamos durante el invierno. Y lo hacemos convocando un guateque en Villaseco de los Reyes sólo apto para los que acepten someterse al yugo del gabinete de crisis. Un grupo, por cierto, que ni siquiera convoca a los que reconoció como iguales a la hora de su constitución. Un grupo que ignora de manera consciente las necesidades, las solicitudes y las urgencias de los que no coinciden con las suyas. Y lo que es peor: un grupo cuyo fin último es poner a sueldo toda la estructura de la tauromaquia. Ese es el afán de control y de poder que supuran los abajofirmantes.
Comenzando por lo del guateque finquero en plena crisis sanitaria y con una pandemia en lo alto que se ha llevado muchas vidas. Si queríamos que nos sacasen cantares, lo hemos bordado. Ahora sólo tenemos que ir a pedir a las autoridades que nos dejen abrir las plazas. La idea es de premio Nobel.
Sobre todo cuando se reconoce que uno de los puntos del orden del día es ver qué se hace con el dinero que quedó de la Gira de Reconstrucción y casi en la misma frase se justifica la ausencia de cuentas públicas porque «aún faltan dos festejos por celebrarse». Pero incluso con esas premisas se asegura que nadie saldrá de la fiesta de Blas hasta que no se alcance una solución.
El problema es que no se sabe muy bien qué se quiere solucionar, a quién le interesa esa solución, a quién afectan las decisiones que allí se tomen y quién ha otorgado a los abajofirmantes la autoridad para jugar con el futuro de una mayoría de profesionales que no quieren pasar por ese aro. Que no queremos pasar por ese aro. Analicemos.
En la reunión, convocada por el dueño de la finca, deberían estar todos aquellos con los que cuenta para convertirse en el amo del cortijo. Pero faltan los verdaderos amos, los que tienen ya muchos años de mandar, de mover fichas y de defender intereses. Esos no fueron invitados. Hay otros, los que no ven claro meterse debajo de ese ala, que han presentado parte facultativo o directamente no han asistido.
También están los bienintencionados, los que quieren salvar lo que queda del chiringuito, aunque para ello tengan que asistir al guateque de salvación. Aunque para ello tengan que sufrir las consecuencias de las decisiones de quienes gobiernan el gabinete. y no puedan revelar la información que deberían sin riesgo de cisma interno. Y, por tanto, debilitamiento del ya de por si débil sistema. En esa situación se encuentra la Fundación, que debe manejar su rumbo sin que nadie le maneje el timón, porque el riesgo de partidismo y fragmentación en este reino de taifas es terrorífico.
Y a este lado del río, la prensa. El enemigo. El ente que critica, que no aporta si no toca las palmas a las decisiones tomadas. La prensa no es sector, no vive del toro exactamente igual que ellos. La prensa no calla más de lo que cuenta por tener la fiesta en paz con más de uno de ellos. La prensa no tiene nada que aportar porque no quiere la supervivencia del entorno que le da de comer. Lo sabe todo el mundo. Y si no, se lo imagina, ¿verdad? Hay que ser iluminado para excluir de la ecuación a quien tiene la responsabilidad de ser nexo entre el cliente y la taquilla.
Pero ellos encontrarán la solución, no les quepa duda. A lo que sea que haya que solucionar. Y no porque no hay problemas, sino porque no han detectado aún cuál es el más importante. Si tienen que permanecer allí hasta que se arregle el asunto, será un guateque sonado, háganme caso.
Y todo con una Asamblea General de Anoet el día 3 de marzo. Los zascas ahí van a ser sonados. Y se los contaremos; ya está bien de callar por no liarla más. A lo mejor hay que liarla para que llegue la solución…