CONTRAQUERENCIA

El guía del pañuelo verde


domingo 11 junio, 2017

Tenía un sombrero blanco de ala muy corta, camisa a rayas rojas, ojos rasgados y un micrófono de corbata en la solapa...

Tenía un sombrero blanco de ala muy corta, camisa a rayas rojas, ojos rasgados y un micrófono de corbata en la solapa...

DAVID JARAMILLO

Tenía
un sombrero blanco de ala muy corta, camisa a rayas rojas, ojos rasgados y un
micrófono de corbata en la solapa. A su alrededor, en el tendido preferente,
cerca de doce turistas con móviles y cámaras permanentemente en sus manos,
captaban esa expresión tan desconocida de la Tauromaquia, con cara de sorpresa
y sonrisa de aprobación a todo lo que escuchaban por el pinganillo. Todo
parecía dentro de lo normal, hasta que en el tercio de varas del tercer toro,
el hombre del sombrerillo blanco sacó de su bolsillo un pañuelo de tamaño
desproporcionado y color verde, que batió mientras gritaba improperios al palco
en perfecto español. Estaba claro que no era la primera vez que asistía a Las
Ventas.

Personalmente,
entiendo las protestas por la falta de fuerza del animal, más no la necesidad
de faltar al respeto e insultar y, mucho menos, cuando por autocalificarse de
aficionado nos enseña, a los que estábamos cerca, aquel pañuelo verde, como si
fuese su diploma de graduación. La sorpresa nuestra fue mayor cuando, al
terminar la faena, terminó batiendo palmas al toro que motivó sus insultos al
palco. Pero lo peor vino con el manso y peligroso cuarto, pues no sólo aplaudió
al toro cuando propinó la fea voltereta a Rafaelillo, sino que, al terminar la
lidia, además de ovacionar al manso, fue incapaz de reconocer el esfuerzo del
torero y le pedía que se tapase haciendo un gesto con la mano, seguido por
alguno de sus «pupilos», quienes supondrían que era lo correcto.

Me
gusta que a los toros venga gente de todas partes y culturas, que se atrevan a
conocer desde dentro este mundo, y que lo hagan asesorados por alguien con
conocimiento para que tengan satisfecha cualquier curiosidad al respecto, pero
me pregunto ¿quién es idóneo para esto?

Está
claro que, al tratarse de un arte, la subjetividad se apodera de cualquier
referencia y el comportamiento de las masas no suele ser un buen ejemplo.
Además, dudo que nuestro guía haya tenido algún tipo de formación taurina
distinta de sus, evidentemente, frecuentes visitas al coso madrileño. Por eso
mismo no dejé de cuestionarme durante toda la corrida, ¿estamos transmitiendo
el mensaje correcto? ¿No se supone que la plaza más importante del mundo
taurino debería ser ejemplo de respeto y de bien hacer? Me imagino que algo así
se preguntaba uno de los participantes de la excursión, cuando después de
lanzar una almohadilla al ruedo entre risas y la complicidad de su guía, se
quejaba de otra que casualmente rozó su cabeza segundos después. No obstante, y
aunque crea que este es un tema importante que nos debería hacer reflexionar,
creo que sólo será una de tantas historias intrascendentes que pasaron en este
San Isidro.