A un kilo de los 600, el segundo fue un salpicado girón, proporcionado pese a su tonelaje, cornidelantero, que echó las manos por delante de salida. No se pudo estirar Emilio de Justo con él, que buscó ahormarlo. Echó la cara por encima de la altura del estribo en la cara que tomó y se desplazó ya algo descompuesto en banderillas. Esa falta de franqueza en el viaje, presidió la faena del cacereño acto seguido. De Justo buscó ligarle las tandas y someter la embestida, pero cuando no venía cruzado, se vencía en el viaje. Muy complejo. Y defendiéndose, sin entrega. Le buscó las vueltas y logró arañar alguna tanda ligada. Vio las dificultades el respetable, que terminó de convencerse tras atacar el morrilllo y cobrar una estocada en la que fue prendido. Lo prendió feo, por la ingle, y giró sobre el pitón. Caída fea, fuerte, más aún la paliza posterior, pues lo pisó varias veces. La sangre manaba abundante de la cabeza y la oreja izquierda, pero volvió para desplantarse y verlo morir. Petición clamorosa, oreja.

Toro fino y suelto de carnes, arremangado de pitones, el quinto salió con bríos y codicia, por lo que esta vez sí, Emilio de Justo, pudo estirarse a la verónica. Lances templados, tras haber pasado por la enfermería, donde suturaron una herida de 7 centímetros en el cuero cabelludo. Volvió a ser ofendido, sin consecuencias aparentes esta vez, en el galleo por Chicuelo para llevarlo al peto. Tampoco fue buena, como la de varios de sus hermanos, la pelea en varas de este quinto. Humilló y tuvo clase, transmisión, eso sí en la muleta del diestro de Torrejoncillo que se oudo explayar. Dos tandas magníficas con la zurda, que luego refrendó con otras tantas series al natural con la diestra. Notabkes, especialmente, la última a pies juntos. Tenía el quicio de la Pu…