«Yo me visto de torero para honrar el traje de luces», sentenciaba Emilio de Justo tras pasaportar a su primero, al que le cortaba las dos orejas poco después de sufrir una aparatosa voltereta, afortunadamente, sin consecuencias graves. El extremeño toreaba con mucho sentimiento al de Algarra, pero también «con profundidad, porque era un toro que tenía mucho dentro y quería demostrar con él lo que quiero conseguir».
Al sexto lograba cuajarlo con la vitola de figurón del toreo, con una pureza y una profundidad inusitadas en el que era el segundo toro del año. Pero qué toro.