EMILIO TRIGO
La corrida de Victoriano del Río fracasó por los cimientos de la casta y el poder. Encierro “bravo” en el caballo, con ganas de embestir pero sin fuelle. El sexto fue el de más opciones. Un toro medio que no salvo la corrida pero que al menos se dejó muletear. Llegó al final echando la cara arriba y en frente, un verdadero “bicho” que asombró a Las Ventas por quietud y ambición. Actuación solemne por capacidad y convencimiento. De nuevo floreció el valor y el poder del peruano con la mano muy baja para obligar al toro a seguir el camino. El informal ‘Distante’ siguió con mediocridad y protesta la sincera muleta de Roca que aguantó sin pestañear. Valor e inteligencia, hambre y honor de una gran figura del toreo.
Roca Rey fue capaz de echarse toda la tarde a su espalda, en el último toro de su feria isidril. Andrés lleno de responsabilidad, traspasó la linde entre la razón y la sinrazón para meter a Madrid en su muleta y volver a dar un enorme golpe de efecto. Un torero joven, exigido como el que más por la afición venteña, un torero que por segundo día en su haber toreaba con la plaza que colgó el cartel de “no hay localidades” y que volvió a demostrar que no es un torero más. Andrés Roca Rey es un figurón del toreo al margen de la juventud de su D.N.I. y lo es porque impone un toreo que marca diferencia, y porque es capaz de darle la vuelta a Madrid y convertir los pitos en palmas y triunfar a base de toreo dictarorial.