MADRID

Los entresijos del brindis de Juan Ortega a Roberto Domínguez


sábado 31 mayo, 2025

El diestro hispalense se acercó al lugar que ocupaba el espada vallisoletano para brindarle el quinto de la tarde el pasado sábado 24 de mayo en Las Ventas.

Brindis
El brindis de Juan Ortega a Roberto Domínguez en Madrid. © Luis Sánchez Olmedo

El pasado sábado, 24 de mayo, la primera plaza del mundo abría sus puertas para la celebración de uno de los festejos más atractivos de esta Feria de San Isidro. Hasta la capital del toreo se desplazó un nutrido grupo de aficionados procedentes de distintos puntos de nuestra geografía, e incluso del extranjero. Hacía meses que se habían presentado los carteles del serial, y este, en el que se anunciaban Juan Ortega y Pablo Aguado, era uno de los más esperados.

En los chiqueros aguardaba una corrida de Juan Pedro Domecq, divisa que venía de llevarse todos los premios de la Feria de Abril por la gran corrida lidiada el pasado jueves 8 de mayo. En aquel festejo, Aguado —también anunciado en Madrid— cinceló una de las faenas del abono a Victorioso, un colorao del hierro de la V de Veragua al que tenía cortadas las dos orejas, dando finalmente una aclamada vuelta al ruedo tras el fallo con los aceros.

Pero Madrid es Madrid, y si bien es cierto que esta casa ganadera —en los últimos años— había mostrado mayor regularidad en Las Ventas que en La Maestranza, en esta ocasión pinchó en hueso con una corrida noble y de buen estilo, pero ayuna de casta y poder para sostener la exigencia de este coso. Tarde plúmbea en la que Ortega y Aguado únicamente pudieron apuntar —sin disparar— debido al juego de un encierro que volvió a echar por tierra las ilusiones de quienes asistieron a la plaza y lo vieron por televisión.

Con tan poco que llevarse a la boca, muchos aficionados se aferraron a esos detalles que siempre ofrece una plaza de toros. Más allá del toreo de capa y de algunos chispazos de su personal concepto con la muleta, Ortega se acercó al lugar que ocupaba el vallisoletano para brindarle la muerte del animal a un espada al que admira: un torero que había salido de su cuartel general en el campo bravo extremeño para acudir a Las Ventas.

Poco se le ha visto desde que decidiera apartarse profesionalmente del ámbito del apoderamiento tras su vinculación con Roca Rey. De ahí que el sevillano decidiera brindarle la muerte de su último toro de la Feria con estas palabras: «Madrid, al maestro Roberto Domínguez, con mi admiración y cariño», se podía leer en la cuenta de Instagram del torero sevillano tras la tarde del 24 de mayo en la primera plaza del mundo.

 
 
 
 
 
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La corrida de Juan Pedro, floja y falta de fondo, tuvo animales de buena condición: astados con virtudes, pero sin el poder necesario para repetir tras las telas. Una corrida que acabó menguando el ánimo de una afición desencantada con el juego de los toros, esa que ya había visto en demasiadas ocasiones esta película; esa en la que, otra vez más, volvían a aparecer los sevillanos Juan Ortega y Pablo Aguado.

Su faena al quinto —el toro del brindis al espada vallisoletano— no cambiaría el rumbo de una tarde que salvó un remiendo de Torrealta, que al menos valió para salir de la plaza con algo más que detalles por parte de los diestros anunciados en el cartel. Hondo y fuerte, el cuajado quinto fue el más serio por plaza y presencia; el que más de toda la corrida. Apuntó nobleza, pero la raza, al límite. Se gustó por cordobinas Ortega en el quite, lo más lucido de una lidia cuya faena brindó a Roberto Domínguez. No pudo hacer honor al mismo el torero de Triana, porque faltó fibra al conjunto y transmisión al animal, se podía leer en la crónica de aquella tarde publicada en este medio y escrita por nuestro compañero José Miguel Arruego.