FOTOGRAFÍA: Aitana March
Cada 8 de julio, desde 1985, se cumple aniversario de aquella tarde en Pamplona en la que Luis Fco. Esplá cortó un rabo a un toro de Osborne y enloqueció a los tendidos de la Misericordia.
Hubo toreros antes y después que lo hicieron, claro, pero esa querencia personal por el maestro de Alicante me hace recordarlo así que pasen los años, treinta y siete hoy. Entre otras cosas porque Esplá, ya retirado de los ruedos sigue (muy) activo y presente en el devenir de la Fiesta, más necesitada que nunca de voces preclaras como la suya. Por ejemplo, cuando dice: El toreo busca la excelencia por el camino de la perfección. Y eso, como también ocurre con los valores, también está reñido con el rumbo de la sociedad actual”.
El recordado Joaquín Vidal tituló así su crónica en El País (cuando El País era El País y no el sucedáneo de ahora): “Tarde memorable de Esplá””, para continuar: “El gran espectáculo, en eso convirtió Luis Francisco Esplá la corrida de Pamplona. Sí, Esplá supo cómo sólo él sabe, convertir el rito en espectáculo sin perder un ápice de verdad por el camino, antes, al contrario, realzando episodios de la lidia que habitualmente o no aparecen o son anecdóticos, casi un trámite. Desde que el toro pisó la arena todo fue un episodio de torería y un espectáculo de primer orden…Hubo dos momentos de clímax total: el primero cuando el maestro pidió al servidor de banderillas la boina roja que lucía. Con ella en la mano ligó dos naturales, uno con la boina y el otro con las banderillas. Dejó la boina sobre la arena, buscó otros terrenos y, de poder a poder, cuadró en la cara del toro, justo donde estaba la boina. El segundo llegó a la hora de la suerte suprema, se distanció mucho del toro, citó a recibir, una dos, tres veces, y al arrancarse el Osborne hundió la espada en el morrillo, cayendo el animal rodado a sus pies”.
Pamplona fue una fiesta por la Fiesta, todo propiciado por un torero único y un toro bravo.
Pero quiso el destino que un año después, un manso de Pablo Romero, que hirió brutalmente a Victoriano Cáneva, picador de la cuadrilla de Esplá, fuera el causante de un desencuentro entre el torero y ese mismo público que lo había elevado a los altares paganos de los héroes taurinos. Esa es, también la grandeza del toreo.
Hoy Esplá estará en Pamplona y en Canal Toros, de paisano, canoso y con perilla, volverá a deleitar con su magisterio único y su cabal torería.