La plaza de toros de Yecla abrió sus puertas este domingo, 25 de mayo, para acoger la celebración de una corrida de toros con motivo de las fiestas en honor a San Isidro, de esta ciudad del extremo norte de la Región de Murcia. En la misma trenzaron el paseíllo la rejoneadora Ana Rita y los espadas Antonio Ferrera, el totanero Jorge Martínez y el valenciano Samuel Navalón, para lidiar reses de la ganadería de “Las Monjas”.
Ana Rita realizó una labor voluntariosa y entregada con el abreplaza. La lusitana quiso cuajar una actuación con temple y valentía, pero no siempre le salieron las cosas, al faltarle mayor celo al astado sevillano. Le dio siempre los frentes al toro, batiendo esta al pitón contrario para clavar en una perra gorda. Pinchó en varias ocasiones y el premio se quedó en una cerrada ovación por parte de unos tendidos que valoraron todo aquello que hizo en el ruedo.
Antonio Ferrera recibió al segundo de la tarde con la maestría que le caracteriza, manejando el capote con soltura y gracia. Su faena, aunque corta, contó con esos detalles de su última etapa en la profesión, tan característicos y artísticos. Llevó al noble toro de “Las Monjas” por ambos pitones con temple, dejando muletazos de buena factura que calaron en un público receptivo, que agradeció el compromiso del de Ibiza. Mató de dos pinchazos y estocada, necesitando el descabello para atronar al animal. Escuchó palmas.
Jorge Martínez comenzó la tarde consciente de que necesitaba pegar un fuerte golpe sobre la mesa para situar de nuevo su nombre en el candelero. Y bien que lo consiguió. Desde los primeros compases, el toro mostró una calidad excepcional, entregándose en cada pase con una cadencia pausada que permitía a Martínez expresarse con total libertad. Cuidando la lidia, el torero supo entender el ritmo del astado y compuso una faena que fue creciendo en intensidad, con series por ambos pitones de gran profundidad.
El tramo final de la faena fue un verdadero recital de torería. Con la muleta baja, Jorge Martínez ahondó en la nobleza del animal, llevándolo con suavidad y ligando cada pase con precisión matemática. Remató la obra con una estocada que tiró al toro sin puntilla. La petición de las orejas fue mayoritaria. El palco no dudó en conceder un trofeo, pero negó el segundo apéndice. El torero paseó el premio con orgullo, entre la satisfacción y el cabreo de sus partidarios, muchos llegados desde Totana, que pidieron con insistencia un premio mayor que el otorgado.
Samuel Navalón desplegó, con el cuarto del festejo, una faena basada en la profundidad de sus muletazos y la firmeza de su planteamiento, conquistando a los aficionados desde los primeros compases. El toro mostró nobleza y buen son, lo que permitió a Navalón construir una faena de corte clásico, templando con suavidad y ligando las tandas con precisión. Los naturales fueron largos, pausados, con ese ritmo que cautiva a los tendidos, mientras el diestro imprimía personalidad a cada pase. Remató la obra con unas ajustadísimas manoletinas. Mató de pinchazo y estocada, y paseó un trofeo.
Antonio Ferrera provocó el éxtasis de los tendidos con el quinto toro de la tarde. Un animal colaborador, al que supo sacarle todo el fondo, cuajando una de esas faenas en las que el veterano torero mezcla su personalidad con un toreo muy personal, difícil de imitar. Ferrera desplegó su tauromaquia más pura, toreando con temple, profundidad y una entrega absoluta. Las tandas por ambos pitones fueron creciendo en intensidad, con muletazos largos y ajustados que hicieron rugir los tendidos. Cada pase era una obra de arte, cada movimiento del torero llevaba la emoción a otro nivel. La conexión entre hombre y toro era perfecta, convirtiendo la faena en un espectáculo inolvidable. Con el público entregado, Ferrera remató la faena con una estocada fulminante que hizo rodar al toro sin puntilla. En cuestión de segundos, los pañuelos inundaron la plaza, y la petición de trofeos fue unánime. Dos orejas y rabo. El delirio se apoderó de los aficionados, que ovacionaron de pie al maestro, mientras este paseaba los trofeos con una sonrisa de satisfacción y emoción. Al toro de “Las Monjas”, de nombre “Saltarín”, marcado con el número 33, se le premió con la vuelta al ruedo en el arrastre.
La actuación de Jorge Martínez quedará marcada muy dentro de todos los espectadores que tuvieron la suerte de verle en su total dimensión. Con el sexto ejemplar de “Las Monjas”, que ofreció nobleza y clase en sus embestidas, el joven torero ofreció una faena de corte clásico, con una profundidad que cautivó a los tendidos y dejó clara su madurez artística. Desde los primeros lances, Martínez mostró su concepto del toreo puro, llevando al toro con cadencia y elegancia. Las series por el derecho fueron templadas, con muletazos largos y sentidos, mientras que por el izquierdo ahondó aún más en la estética y la ligazón de las tandas. Cada pase tenía el sello de la autenticidad, la verdad del toreo sin concesiones ni artificios. La emoción creció en los tendidos, y con ella, la sensación de que se estaba ante una faena que merecía reconocimiento. Con la espada, Martínez estuvo certero, enterrando el acero con determinación y sellando una obra completa. La plaza pidió con fuerza los trofeos, y el presidente, esta vez, no tuvo reparo en concederlos. Era justo.
Desde los primeros compases de la lidia al séptimo y último toro del festejo, Samuel Navalón dejó claro que aquello no sería una labor de trámite, sino un derroche de entrega y verdad. Samuel apostó fuerte, metiéndose en la corta distancia, dejándose llegar los pitones a la taleguilla, sin concesiones ni artificios. La plaza contenía el aliento en cada pase, viendo cómo el torero desafiaba el peligro con una quietud asombrosa, encadenando tandas de una intensidad tremenda. El toro, noble pero exigente, pedía mando y decisión, y el alicantino respondió con templanza, aguantando parones, consintiendo con inteligencia y trazando muletazos de un peso extraordinario. La faena fue creciendo en emoción, y los tendidos terminaron entregados ante semejante muestra de arrojo y capacidad. Con la espada, Navalón estuvo rotundo: se perfiló con firmeza, entró a matar con verdad y dejó una estocada. El clamor fue absoluto: dos orejas y rabo, trofeos que reconocían una actuación marcada por el valor sin límites y el toreo de una pureza emocionante.
FICHA DEL FESTEJO
Plaza de Toros de Yecla (Murcia) Domingo 25 de Mayo de 2025. Corrida de Toros. Un tercio de plaza.
Toros de “Las Monjas”, de terciada presencia y noble juego en general. El buen 5º, de nombre, «Saltarín», marcado con el número 33, castaño claro de capa, fue premiado con la vuelta al ruedo en el arrastre.
Ana Rita: Ovación.
Antonio Ferrera: Palmas y dos orejas y rabo.
Jorge Martínez: Oreja con petición de la segunda y dos orejas.
Samuel Navalón: Oreja y dos orejas y rabo