ENTREVISTA

Fortes: "Sevilla ni da ni quita, uno escribe su camino cada día"


miércoles 6 abril, 2016

El malagueño está “satisfecho con mi actuación, a pesar de la tarde, porque di todo lo que podía. No siempre se puede triunfar, pero sí escribir tu historia”

El malagueño está “satisfecho con mi actuación, a pesar de la tarde, porque di todo lo que podía. No siempre se puede triunfar, pero sí escribir tu historia”

MARCO A. HIERRO

Una sola tarde en el Baratillo sirve para depositar las
ilusiones y sentirte «un privilegiado”. En esos término se expresa un Saúl
Jiménez Fortes que volvía a hacer el paseíllo en La Maestranza tres años después y se sentía«entre un puñado de elegidos para pisar ese albero. Da igual cómo venga la tarde
o cómo esté el tiempo. Sólo estar ahí ya es para estar agradecido y no tiene
mucho sentido quejarse, porque eso no va a cambiar nada”
.

La corrida de Tornay no ayudó a alcanzar el triunfo. Tampoco las circunstancias; la lluvia, el cielo gris, el tendido desangelado y húmedo, la ausencia de las cámaras que sí estarán a partir de hoy. Sin embargo, Saúl encuentra en la tarde del pasado lunes un motivo más para estar agradecido. «No te puedes quedar en si embistió o no la corrida, en si duró o no tu lote. A ese ruedo salimos todos, los toros y yo, a dar lo mejor que teníamos y todos lo hicimos», dice Fortes. El torero del valor espartano, del sino asumido, de la estoica visión de la vida en que uno entiende la dureza como parte del aprendizaje o no entiende que debe aprender. Que debe caminar.

Saúl sabe que le ha tocado el sendero menos luminoso, pero también que es el suyo, que no hay más. Uno se pregunta si nunca se ha rebelado contra su destino, contra la cruda dureza que le ha tocado vivir. «Claro que sí», me responde, «pero eso dura poco. Es fácil hablar de objetivos, de metas, de compromiso y de entrega a la hora de alcanzarlos. Aceptar lo que te llega e incorporarlo a tu bagaje, a tu forma de vida, a lo mejor no lo es tanto. Por supuesto que me he preguntado si merece la pena pasar por tanto o si es normal que siempre me toque a mí, pero todo tiene un motivo y ese es el que hay que descubrir, aceptar y asumir. Nunca he pensado en arrojar la toalla ni abandonar al toro. Si no hubiera pasado por lo que he pasado no estaríamos tú y yo hablando ahora mismo de todas estas cosas. Ni sería el que soy».

Esa reflexión es interesante. Uno se pregunta si tanta carne abierta, tanto hospital, tanto sufrimiento físico y mental por darle alimento al alma no le cambia a uno la forma de ser, el carácter, el modo de entender la vida. Saúl no lo entiende como cambio, sino como evolución. «Todas las cosas que nos van ocurriendo sirven para moldearnos, para prepararnos para lo que llegará, y debemos aprender de ellas, no rechazarlas, no mencionarlas o huir de cuanto significan sin escuchar lo que enseñan. Esa es la evolución natural de una persona que vive su vida, que ama lo que hace y que se esfuerza por entender sus misterios». Lo que Saúl expone es pura filosofía. Pero no de un tipo que estudia las vidas ajenas para explicar una teoría en 300 páginas y firmar ejemplares en El Corte Inglés. Lo es de un hombre que ha saludado a la muerte y ha pagado con sangre cada curiosidad interior. Por eso aprende cada segundo de vida que puede exprimir.

Y también por eso a quien lo ve desde fuera puede parecerle una bofetada del destino que su única tarde en Sevilla, de la que salió con los deberes hechos, la viesen sólo unos pocos que aguantaron el aguacero y el frío en el tendido bicentenario. Pienso que es una lástima porque Sevilla y Madrid son, hoy por hoy, casi las dos únicas plazas que dan y quitan, y así se lo digo al torero. «No estoy de acuerdo con lo que dices», me espeta con serenidad. «Ni Sevilla ni Madrid dan o quitan. Uno escribe su historia cada día, en un albero o debajo de una encina, en el campo, ante miles de espectadores o viviendo su diario cada jornada que tiene para volver a empezar. Así lo entiendo y lo vivo yo. Por eso pienso que ahora está Zaragoza por delante, después Madrid… Y después lo que venga. Si pensase que sólo esas plazas sirven estaría hurtando parte de mi a la gente que me va a ver en otros ruedos, y me estaría traicionando a mí, a ellos y a mi profesión, porque todo el mundo se merece ver al mejor Fortes posible, y para eso no te tienes que fijar en dónde estás».

Es una lección de vida y también de obra. Es la enseñanza de un tipo que ha comprendido que aún le queda mucho por comprender, pero está dispuesto a todo por descubrir el secreto. Aunque la vida le quiebre el talle o, al menos, lo quiera hacer…