El
salmantino Eduardo Gallo enamoró un día Madrid. Aquello quedó en el corazón del
aficionado venteño y fue quizá ese punto de gloria el que le dio el oxígeno óptimo
a su carrera. Antes de ello, Salamanca
había parido y criado a un joven necesario para ese ritual milenario que
Castilla habría cuajado durante siglos. Esas mismas laderas charras verían
crecer y forjarse a un Gallo del que la Fiesta sacaría mucho partido. Y, de
hecho, lo sigue sacando, pero ahora con el galón de la madurez sobre sus
hombros.
Partes
ahora, en tu décimo aniversario de alternativa, con la misma ilusión con la que
Rincón te dio la alternativa: nuevos apoderados y una temporada aún en blanco,
pero con muchos compromisos sobre la mesa, ¿cuánto tiempo llevaba cuajándose esto?
Al
acabar la temporada en España, toreé unas corridas en México y a la vuelta
recibí una llamada de los Hermanos Luna y Tomás Entero, nos reunimos y me
explicaron su proyecto. Tenían en mente apoderar a un torero que no estuviese
en las Ferias pero que tuviera todas las condiciones para estar en ellas.
Cuando me lo dijeron fue toda una sorpresa, y a base de hablar durante una
temporada decidimos proyectar esta temporada juntos.
Desde
hace un par de años a esta parte, ¿cómo has sobrellevado que no se te valorara
íntegramente en España?
El
teléfono sonaba, pero este año no quise torear ni una corrida más porque las
condiciones no eran las mejores. En 2013 estuve en Valencia, en Castellón y en
Madrid, pero no rodaron las cosas en Las Ventas. Después, fui el triunfador de
Salamanca. Luego llegó el invierno y decidí hacer temporada mexicana.
Una
tarde en Insurgentes te valió para una serie de actuaciones en México, ¿qué
recuerdas con especial predilección?
Aquello
fue una experiencia positiva, porque a veces viene bien desconectar un poco.
Aunque he estado toreando, he desconectado en el sentido de no ir presionado a
las Ferias ni preocupado de cortar orejas. He ido a torear para mí mismo, para
disfrutar y para estar con los amigos que me acompañaron. Eso hizo que saliera
mucho más relajado a torear.
Tu
compromiso más inminente está en la Feria de Valdemorillo. Te enfrentarás a una
corrida de José Luis Pereda y, además, en la primera del año. Creo que no puede
pedirse nada más.
Desde
luego que Valdemorillo es una Feria importante. Estamos hablando del 7 de
febrero, a principio de temporada y sin ninguna Feria coincidente. Además, está
delante la televisión y hasta allí acuden muchos aficionados de Madrid. Es una
cita muy importante en la que espero que se den las cosas rodadas.
A
partir de Valdemorillo, ¿cómo vas a plantear tu temporada?
Después
de ese día toreo el festival de Ciudad Rodrigo el día 7. Intentaremos entrar en
Madrid y Feria tras Feria iremos ganando credibilidad. Después de todos estos
años de alternativa, y con todo lo que he vivido, cada día tengo más claro que
esto es una profesión de tarde a tarde. Hay que ganar credibilidad en cada
compromiso.
Madrid
ha sido siempre tu remanente. Un día decidiste congeniar con la plaza de los
sueños y ésta ha ido pareja a tu carrera. ¿Cómo ha sido la relación de Eduardo
Gallo con la plaza de Las Ventas?
Ha sido
una afición que me ha respetado muchísimo. Creo que sigue sintiéndolo así y por
eso nos tenemos un auténtico respeto mutuo. He tenido tardes peores y mejores,
pero sobre todo me quedo con una temporada: la del 2012. Ha sido el año en el
que mejor he toreado en Las Ventas. Comenzó todo en San Isidro, con la corrida
de Martín Lorca, luego con una complicada de El Ventorrillo y, sobre todo, con
la de Samuel Flores el 12 de octubre. Aquel día me podía haber quitado de en
medio, porque era una fecha difícil, a final de temporada, pero decidía dar la
cara. Esas cosas las valora Madrid y las sabe reconocer más que nadie.
¿Cómo
te planteas el 2015 en lo que a esta plaza se refiere?
Ahora
mismo ni siquiera sé si iré. No me lo puedo plantear porque no sabemos si nos
llamarán. Imagino que sí. Ahora sólo me planteo la tarde de Valdemorillo.
El
torero que Eduardo Gallo llevaba dentro tuvo que coger el avión y partir hacia
México, donde ahí sí se reconoció la gran labor del salmantino soñador que
tenía mucho que decir a la Fiesta. A pesar de que en esta Temporada Grande no
se ha contado contigo, ¿cómo recuerdas ese triunfo en la México?
La
verdad es que las tres tardes en la plaza México han sido positivas. Siempre he
puntuado, pero sobre todo mi última actuación fue la más rotunda de todas.
Corté una oreja a un toro muy difícil, y al otro le pinché las dos. El año
pasado estuvimos negociando para voler en la segunda parte de la Temporada
Grande, pero nos dijeron que no contaban con nosotros porque de España sólo
iban a llevar a las figuras y les salía muy caro contratar a otros españoles.
Sus motivos tendrán. Ojalá el año que viene puedan contar conmigo. México es
una plaza que respeto mucho, voy siempre con ganas a torear y es de esos
escenarios en los que, si cuadras, sabes que todo saldrá bien. Ojalá y se den
las circunstancias y pueda volver pronto.
La
Fiesta y el aficionado de a pie ya conoce de sobra el concepto de Eduardo
Gallo, pero ¿cuál es su mayor virtud?
Creo
que la pureza. Siempre la he buscado. La pureza y la clase son el sentir de mi
concepto.