En la zona limítrofe entre las provincias de Sevilla y Huelva emerge desde hace unos años el proyecto ganadero de la familia Campos Peña. Una vacada de sangre Guateles que comandan tanto Francisco como su hijo Curro, dos generaciones que pese tener formas diferentes de ver al toro bravo, ponen sobre la mesa ambos puntos de vista para llegar a un entente, ese que poco a poco está subiendo la cotización de la ganadería.
Ahora, bajo el nombre de Francisco Campos se hierran todos los animales que componían la divisa de Hato Blanco. Las reses de Murube-Urquijo pasaron a manos de su hermano Ernesto, al cual junto a sus hijos lleva por separado una vacada con un tipo de embestida muy especial. Esta es una historia ligada al toro bravo, al caballo y a la Marisma. Nuevos horizontes para una vacada con más de 20 años de existencia, pero que ahora toma un nuevo rumbo de la mano de padre e hijo.
La finca “Hato Blanco Viejo” se sitúa en Aznalcázar, siendo Villamanrique de la Condesa el pueblo más próximo. Parte de la finca está en una zona de marismas en las que pastan los animales: “Hay una parte de superficie en la ganadería donde contamos con marismas. Depende de cómo venga el año, pero en años normales, durante seis o siete meses el ganado pasta allí, sobre todo las vacas madres. Esto nos supone un ahorro económico importante y es uno de los puntos por los que podemos seguir manteniendo la ganadería” nos comentaba su ganadero.
Curro Campos del Pino pertenece a la cuarta generación ganadera de una familia que siempre ha sentido devoción por el toro, el caballo y la Virgen del Rocío, sin ir más lejos, la Aldea está a pocos kilómetros de la finca. “Este hierro viene de Hato Blanco, el cual se formó con vacas del Litri en una primera compra, refrescando posteriormente con ganado del Maestro Espartaco, que también tenía Guateles. Siempre hemos intentado mantener este encaste lo más puro posible. Desde hace unos seis años, por partición familiar, pasa la ganadería a manos de mi padre, ganadero al que admiro por su forma de entender la bravura”.
“Tras quedarnos con esta rama de la ganadería familiar y viendo la ilusión que tenía en la ganadería, mi padre decidió delegar en mí. Evidentemente, consensuamos las cosas, exponemos nuestros distintos puntos de vista, pero la decisión al final la tiene que tomar uno, porque si uno no vuela solo nunca sabrá si está preparado para tomar responsabilidades” nos comentaba Curro Campos.
La vacada sevillana está formada por unas 90 madres y 4 sementales, una vacada corta, pero muy seleccionada y abiertas de familias, esa que ha ido aumentando poco a poco desde el comienzo de esta nuevo proyecto ganadero: “Antes de comenzar con la gestión no había sido muy conocedor de cómo había sido la selección de madres. Yo me quedé con 50 vacas, luego fui subiendo poco a poco el número según lo que realmente buscaba y ahora me encuentro en un número bueno, el tiempo irá si se puede seguir subiendo o, por el contrario, nos mantenemos en este número”.
Un ganadero joven que tiene los pies en la tierra, el cual sabe que este es un camino largo donde nunca 2+2 son 4 y sí 8 o -3. Conoce a la perfección cada reata, las virtudes y los defectos de la misma, si padrea o abuelea mejor, si da mejor en macho que en hembras. Aquí toda información es poca, todo se sopesa mucho, más si cabe a la hora de decidir los distintos lotes de vacas, el punto clave en una ganadería junto a la prueba del tentadero.
Curro tiene claro el camino a seguir, sabe el tipo de animal que le gusta y no va a cambiar de rumbo. “Yo soy un enamorado de las hechuras, creo que son fundamentales para que un toro pueda embestir bien. Me gusta el animal fino de cabos, que tenga agilidad para moverse, con cuello y la cara colocada. Luego hay que buscar que tenga fijeza, que lo quiera todo por abajo, que la tome con clase. Estoy en la línea de buscar un toro exigente, pero también agradecido, ese que cuando el torero le pueda se entregue”.