El campo esconde historias increíbles que muy pocos conocen. El día a día en una explotación de bravo es un aprendizaje constante; allí vaqueros y mayorales, amén del conocimiento adquirido con el tiempo, tienen que ser capaces de adelantarse a los acontecimientos, de intuir aquello que puede pasar evitar posibles sustos o momentos complicados a la hora de manejar el ganado. Ser capaz de ver la dolencia de un toro, de adivinar si una vaca está próxima a parir, si se avecina pelea… todo ello para mantener el orden en la ganadería.
Como ya hemos contado en varias ocasiones, el toro bravo no es un animal dócil y sumiso, por eso nunca hay que perderle la cara y tenerle siempre un gran respeto, porque si te confías puedes pagarlo caro. Por todo ello, la gente de campo necesita tener una herramienta de trabajo que le ayuden en el día a día. Por eso el caballo se antoja fundamental a la hora de bregar con los animales bravos, tener un animal con corazón es fundamental para el trabajo diario.
Hay ganaderías de sangre caliente y otras más de sangre fría; esto quiere decir que hay toros más propensos a las peleas y otros que no lo son tanto, aunque cuando hay cambio de tiempo la tensión se palpa, sea el encaste que sea. También dentro de un encaste hay animales más nobles que otros, algo que se ve desde chicos. Siempre se ha dicho que el más noble y chochón en el campo suele ser más bravo en la plaza que aquel que está continuamente buscando pelea.
El toro de Santa Coloma, un ejemplar más complicado aún en el campo
Dentro de los distintos encastes que hay en el campo bravo, el proveniente de la rama Santa Coloma tiene complejidades en su comportamiento que otros no tienen. Son animales más expresivos, más vivos de mirada, algo que se traduce en su comportamiento diario. El toro bravo es un animal jerárquico, lucha por el cetro del cercado y no le importa medirse con cualquiera de sus hermanos para conseguirlo.
Precisamente tras una pelea entre varios astados y mientras los novillose cebaban con uno de ellos, el ganadero decidió ir a pie para intentar sofocar dicha pelea. A cuerpo limpio se acercó el ganadero mientras el resto de animales se diseminaba por el cercado. Para sorpresa del ganadero, cuando este se encontraba a varios metros del animal herido en el suelo, este fue capaz de ponerse en pie y arremeter contra el ganadero. Éste, al ver la reacción del novillo, salió corriendo para ponerse a resguardo, salvándose por los pelos de la cornada del cárdeno animal.