EL EXILIO INTERIOR

Gracias Talavante


sábado 14 octubre, 2017

Aunque la(s)tarde (s) veraniega, casi sofocante, de Zaragoza, hacía mirar la melancolía otoñal como algo lejano, al salir de la Misericordia camino de la estación del AVE...

Aunque la(s)tarde (s) veraniega, casi sofocante, de Zaragoza, hacía mirar la melancolía otoñal como algo lejano, al salir de la Misericordia camino de la estación del AVE...

PACO MARCH

Aunque la(s)tarde (s) veraniega, casi sofocante, de Zaragoza, hacía mirar la melancolía otoñal como algo lejano, al salir de la Misericordia camino de la estación del AVE que, mientras escribo, me lleva de regreso a Barcelona, se me aparece, en un flash indeseado, la realidad de que la que acabo de ver es mi última corrida de una temporada que boquea su último aliento.

Regreso a la zozobra de un tiempo de mediocres dispuestos a jodernos la vida. A una ciudad que, cuando se quedó sin toros nos dijeron que lo hacían por nuestro bien, para que fueramos mejores seres humanos. Los mismos ( o parecidos) que nos robaron el dinero ahora nos roban el derecho a la alegría, cercenada de cuajo la convivencia.

Con el alma en duermevela, la cita taurina estaba en Zaragoza. Valió la pena.

Un torero vestido en negro toreó con la luz y el color de los elegidos.

Alejandro Talavante hizo de su muleta un guión preciso y arrebatador con el que explicó el toreo, ese milagro que, como acaba de suceder, cuando se nos revela en toda su plenitud, provoca albricias en el alma y en el corazón se queda.

Toreaba Talavante y allá penas lo que pueda suceder fuera del recinto mágico y sacrificial que es la plaza de toros. Imantaba la embestida del Cuvillo (enhorabuena ganadero), la muleta en la izquierda y todos sabíamos,porque lo sentíamos, que aquello era el toreo y , siendo así, sólo cabe abandonarse, lo mismo que quien era su artífice.

Cuando Alejandro hundió el estoque en el morrillo del toro, la plaza fue un estallido de júbilo, no ese júbilo vocinglero e impostado de tantas veces, sino el júbilo de quien se sabe testigo de una de esas faenas que enaltecen la Fiesta.

Una Fiesta que estos días y torpemente (creo) algunos se han empeñado en llenar de banderas. Pues bien, en la vuelta al ruedo, las dos orejas en las manos, Talavante no tuvo otra que pasear durante un tramo una bandera extremeña que le tiraron desde el tendido , a la que se sumó la española, tan al uso estos días. Con discreción,  el torero extremeño se las dio a un miembro de su cuadrilla y completó la vuelta, antes de , en los medios, tomar un puñado de arena y besarla, amor correspondido con una plaza que-con motivo- lo ha hecho suyo.

Gracias Talavante por tu toreo, hecho de genio y pureza. Gracias,también, por llenar de ilusión y belleza las alforjas con las que transitar por los caminos de la ignominia que nos imponen y , siendo así,vencerla.