CONTRAQUERENCIA

Guardianes de letra muerta


jueves 18 mayo, 2017

Hacía tan sólo 24 horas que el presidente de turno se puso estrecho y no permitió que El Fandi pusiera un cuarto par de banderillas...

Hacía tan sólo 24 horas que el presidente de turno se puso estrecho y no permitió que El Fandi pusiera un cuarto par de banderillas...

DAVID JARAMILLO

Hacía tan sólo 24 horas que el presidente de turno se puso estrecho y no permitió que El Fandi pusiera un cuarto par de banderillas, con el que resarcirse un poco de un tercer paro incompleto y deslucido. Nadie entendió muy bien por qué, empezando por el propio granadino, que en su toro y con el único fin de dar el espectáculo que gran parte del público le pide cada tarde, vio como una única persona con aires de emperador se levanta de su sitio para que toda la plaza le vea decir que no, que en esta plaza manda él. David acató la orden y reverenció al señor presidente como debían hacerlo hace miles de años ante el propio «César”. Seguro que el presidente se escudará en la letra muerta del reglamento. «No es que lo haya decidido yo, es que aquí dice…”.

Pero ¿se le olvidaba al presidente que lo que se estaba pidiendo era algo en beneficio del espectáculo? Ese es precisamente el objeto de todo reglamento: sentar las bases para que haya unas garantías mínimas de un espectáculo serio, ordenado y en beneficio de todos. Seguramente esto estará en letra pequeña y lo pasaron por alto el día del examen. Inaudito.

Sin embargo, lo de esta tarde ha sido mucho más grave que un simple permiso para el lucimiento. Lo de hoy era un asunto de seguridad de los toreros, algo de vida o muerte, vamos. Y pesará sobre el presidente el percance que, milagrosamente, sólo se saldó con la taleguilla de Víctor Manuel Martínez hecha jirones. Cuando ese quinto toro, avisado y peligroso convirtió la lidia en una batalla campal, primaba la integridad física de los hombres que estaban en la arena sobre cualquier letra muerta.

Está muy bien que la lidia siga su orden natural, más allá del comportamiento del toro, pero cuando está probado de sobra que el toro no era apto para la suerte de banderillas (Jarocho y Víctor ya habían pasado hasta cinco veces por la cara del toro corriendo un peligro tremendo y dejando tres palos clavados) un poco de sentido común habría llevado al presidente a cambiar el tercio. Pero no, Usía obligó a dejar al menos otro arpón en los lomos del toro y el resultado que una voltereta que pudo costar mucho más que una visita al sastre. Todo por cuenta de la estrechez de miras, por aferrarse a la tinta seca.

Dudo mucho que la seriedad de una plaza resida en la intransigencia. Lejos ello, pienso que un verdadero conocimiento del entorno y el sentido del espectáculo, un poquito de afición y, sobre todo, mucha sensatez, harían que el espectáculo tuviera más y mejores garantías.