Los toros (bravos o mansos, astifinos o astigordos, con trapío o sin…) cogen, hieren y también matan. Frente a ellos ponen su vida al tablero los toreros, seres humanos vestidos de oros, platas, azabaches y sedas de colores, en pos de un ideal de belleza.
Son los – quizás- últimos héroes románticos en tiempos de mercachifles.
Gajes del oficio, dirán algunos con displicencia (lo que dicen los autoproclamados animalistas mejor ni nombrarlo). Pero no, de lo que se trata es de la verdad suprema de un rito ancestral en el que el juego del hombre (o la mujer, que también) con el toro, que es la muerte, se produce ante el coro del público en el recinto del círculo mágico del ruedo como lugar de encuentro.
El de 2023 es -claman los agoreros- el verano de temperaturas más altas que jamás vieron los siglos, preludio de lo que se avecina. No seré yo quien lo ponga en cuestión pero tengo dudas razonables de lo uno y de lo otro.
De lo que no dudo, los hechos son los hechos, es que el de 2023 es uno de los veranos más duros en cuanto a percances toreros de los últimos años.
No se trata aquí de enumerarlos, basta revisar lo ocurrido los últimos dos meses, con la cogida de Daniel Luque en la anochecida de ayer en el Puerto de Santa María como suma y – ojalá- no sigue.
En las últimas cuatro décadas algunas cogidas fatales volvieron a sacudir el corazón de los aficionados e hicieron patente a la sociedad la verdad desnuda del toreo. Lástima que ni el propio toreo ni, por supuesto, esa sociedad que lo mira con suficiencia y desde la ignorancia, hayan sabido y/o querido dejarlo al margen de recetas ideológicas de uno u otro signo manteniendo e incluso aumentando su marginación, con la eficaz ayuda de los medios de comunicación generalista y el ombliguismo de los taurinos.
Escribo este en el duermevela de la madrugada, removido en mi interior por la lectura del parte médico de la cornada a Luque.
Porque esa es otra.
Nos hemos acostumbrado a leer los partes médicos de los toreros sin alterar el gesto, cuando resulta que son en sí mismos el relato de un milagro: «herida por asta de toro de 50 cms, de la ingle a la axila; orificio de entrada y salida en el muslo que contusiona femoral…». O, en el caso ahora de Luque «cornada en abdomen con evisceración de intestinos, que son reintroducidos».
Puro gore, si no fuera tan real, tan heróico.
Y como de héroes se trata, ahi va mi homenaje. Y agradecimiento de aficionado.