Manuel Benítez es uno de los toreros más importantes de la historia y quizás de los más influyentes por lo que supuso su figura dentro y fuera de los ruedos. Una auténtica leyenda viva muy unida a la ciudad de Pontevedra.
Debutó el día de la Peregrina de 1963 dejando alarde de su valor y siendo merecedor de una oreja pero creando tal catarsis que la bronca al presidente por un aviso en el primero todavía resuena.
En 1964 cortó tres orejas y un rabo junto en una locura colectiva curiosamente en el año en el que debutó el otro gran ídolo de San Roque, Palomo.
En 1967 generó otra locura en una faena marca de la casa a la que la no concesión del rabo concluyó con una bronca inolvidable. Sin duda Manuel se había hecho con el corazón de Pontevedra.
En 1970 regresa y a su lado torean toreros de todo tipo: desde figuras, a toreros hispanoamericanos menos conocidos, a toreros de todo tipo de corte. Benítez no rehuye la pelea y de nuevo genera el escándalo con el palco; la tarde de tres orejas sabe a poco a sus partidarios.
Manuel Benítez supuso una auténtica revolución en los despachos y en los públicos, Pontevedra no iba a ser una excepción. En esos años el rubio torero causa impresión y no deja indiferente a nadie. Treinta años después Pontevedra le aclama en el callejón cuando Julio Benítez hace el paseillo como novillero. El genio se tira toda la tarde devolviendo tanto cariño y no duda en dejar una imagen para la posteridad sacando a su hijo a hombros