En las filas de plata, Iván García volvió a dejar claro por qué está considerado, si no el mejor, uno de los banderilleros más destacados del momento. Su actuación fue impecable de principio a fin, especialmente en la lidia del primero, un toro de Araúz de Robles muy complicado, que embestía con las manos por delante y que exigía precisión absoluta. García firmó una brega modélica, con los capotazos justos, sin alardes ni concesiones, y con una colocación precisa, demostrando un conocimiento profundo del toro y del momento. Sin buscar protagonismo, pero brillando con luz propia.
En el cuarto, sacó partido a la movilidad del animal y puso un tercio de banderillas vibrante, aprovechando sus grandes facultades físicas. Destacó especialmente un último par de poder a poder, en el que el toro le cortó el viaje con violencia, pero García no se amilanó y dejó constancia de su valor y profesionalidad.
También hubo nombre propio en el campo de los picadores: Francisco de Borja cuajó un gran tercio de varas al segundo de la tarde, toreando desde el caballo con pureza. Hizo la suerte con conocimiento y torería, dejando un sello de autenticidad poco habitual en la actualidad. Fue, sin duda, una tarde de brillo y oficio para estos dos nombres de plata, donde el compromiso y la verdad se impusieron con rotundidad.