En una tarde con el cartel de No hay billetes colgado en el Coliseum de Burgos, Jarocho selló una actuación para el recuerdo este domingo, dejando impronta de torero clásico y auténtico. Así hemos narrado sus dos actuaciones:
Jarocho se presentó en Burgos como matador de toros con un astado que tuvo cierta nobleza ya de salida y permitió al torero de la tierra apuntar buenos detalles con el percal. Brindó este primer toro en el Coliseum a su madre. Muleta en mano, hubo actitud y disposición del joven torero que, por momentos, cuajó muletazos buenos. Los pases de pecho a la hombrera contraria, así como sus remates para abrochar las series gustaron en la afición. Sin embargo, todo lo bueno realizado por Jarocho se fue al traste con el acero y, tras un aviso, recibió palmas.
Jarocho se dispuso de rodillas para saludar con una larga cambiada junto a las tablas al sexto de la tarde, con el que después siguió rodilla en tierra para lucirse en su recibo capotero. Durante el tercio de varas volvió a irse la luz -ya lo había hecho antes- en el Coliseum de Burgos. Brindó al público e inició su faena de rodillas, ganándole terreno, mientras el respetable enloqueció y se entregaba al diestro burgalés. Aquel inicio explosivo vino continuado por una tanda sobre el pitón derecho en la que lo citó en largo para después aprovechar la inercia y envolvérselo. Encontró transmisión en una tanda ligada y bien llevada por abajo, tratando de limpiar los muletazos y evitar que desluciera el animal a la salida. En el toreo al natural aprovechó los vuelos, mostrando su capacidad con la zurda, echándole la muleta con delicadeza a la cara para después arrastrar la embestida detrás del engaño. Dosificó y midió bien los tiempo en tandas cortas y medidas. Recuperó el pitón derecho de un toro que tampoco era fácil y que daba poco margen de error. Logró llevarlo muy metido, sin darle otra opción que no fuera la tela. Le metió la mano con todo, pero no fue suficiente y tuvo que descabellar por lo que sólo paseó un trofeo.