En la provincia de Huelva, concretamente en el término municipal de Santa Olalla del Cala, pasta una ganadería de gran personalidad, una vacada entroncada en la sangre Domecq que dirige y gestiona desde hace más de 25 años Gerardo Ortega, un ganadero muy particular por su forma de entender el toro y la vida. En Vallebarco, cuartel general de la vacada, pasa sus días rodeado de animales bravos, esos con los que siente una conexión especial. Tras muchos años de lucha, Ortega sigue al pie del cañón de una vacada que ha ido moldeando a su gusto.
Un hierro que tiene una hermosa historia detrás, esa donde dos sementales de la rama Guateles le dieron el impulso que necesitaba una vacada que, como muchas de la época, pecaba de falta de fuerzas. Por eso Gerardo convenció a su padre para apostar por un tipo de toro diferente al que había en su casa, ese que les ayudara a dar una vuelta de tuerca al hierro familiar sin perder las virtudes de la misma.
En uno de los múltiples reportajes que se le han realizado en los últimos años hay uno que resume a la perfección este cambio de rumbo que tomó la ganadería. Se trataba de una entrevista realizada por Víctor García-Rayo hace algo más de 10 años para su programa Toros en Sevilla, ese en el que se contó la historia de un semental que cambiaría el devenir de un hierro que sigue teniendo una gran carga genética heredada de ese animal.
“Todo vino a raíz de ver una corrida de Guateles en Sevilla. Esa tarde Litri lidió a un toro que a mí personalmente me impactó. Fue un animal muy complicado en los primeros tercios, pero que rompió en la muleta, un astado que tuvo eso que Diego Robles le llamaba “disparo”, pues eso era lo que yo veía que faltaba en casa. El toro de aquí tenía mucha clase, nobleza, un gran temple, pero le faltaba ese punto final para redondear y que aquello no se viniera abajo”.
A partir de esa tarde en Sevilla Gerardo Ortega tuvo la firme intención de buscar en esa rama ganadera para darle mayor motor y chispa a una ganadería de gran nobleza y clase, pero a la que le faltaba un punto de empuje. “En el año 94 convencí a mi padre de marchar a la finca de los Guateles para comprar simiente de la casa. Gracias a la intermediación, tanto del mayoral como del representante de la ganadería, adquirimos tres sementales de los cuales dos: ’Sorpresa’ y ‘Desgreñado’ han sido clave en el porvenir de la vacada. Entramos en el cerrado donde estaban todos los erales y yo cuando lo vi -refiriéndose a Desgreñado- me entró por los ojos, pero mi padre no estaba de acuerdo conmigo al ver que iba a ser un toro que iba a dar poca cara, más si cabe cuando él era un ganadero al que le gustaba el toro amplio y por eso no le convencía”.
“El toro lo trajimos con la condición que yo lo pagaba a plazos, de hecho yo le pagué la mitad, porque la otra mitad no me la perdonó al ver las hijas de este toro en la plaza, pero no te creas que fue fácil convencerlo tiempo atrás, ¡eh! Los primeros meses fueron complicados porque mi padre seguía reticente a tenerlo en las vacas. Cuando lo veía lo mandaba a quitar y yo lo ponía después por las tardes cuando él se iba, y así durante un largo periodo de tiempo donde llegamos a tener broncas realmente fuertes con el toro” explicaba el propio Ortega, un ganadero muy particular que encontró en este animal una joya genética que aportó muchísimo a su ganadería.
“Yo recuerdo un tentadero en casa allá por el 96 con José Tomás. Eran las primeras becerras que se le veían al toro; primero tentamos cuatro o cinco vacas del Marqués, las cuales salieron con mucha clase, entonces cuando estábamos tentando salió una vaca de este toro que nos entusiasmó por su humillación y transmisión, más si cabe comparada con las otras que habían pecado de justeza de fuerza y excesiva nobleza. José Tomás se dio cuenta que esta vaca no tenía nada que ver con la anterior”, explicaba.
Pero el madrileño no fue el único que se dio cuenta de esta circunstancia, siendo también el padre de Gerardo el que preguntó por el padre de esta vaca. “Del “gacho”, le respondí yo, y desde ese día mi padre me dio las libretas y me dijo que ya no tentaba más. Fue, como te dije antes, una pelea de dos años en el que las broncas eran constantes, pero mi padre supo reconocer las virtudes de un animal que junto a “Sorpresa” han sido los sementales más importantes de la casa. Es cierto que tenía razón y perdimos cara, pero yo creo que ganamos una cosa extraordinaria en una ganadería que eran la acometividad y la entrega. Fue un animal con mucha verdad”.
“Nosotros en el año 98, recién comprados Los Guateles por El Litri y viendo como me estaban dando esos sementales decidí ir a casa del Maestro para ver si podía traerme algunas vacas. Yo estaba entusiasmado con esta ganadería, sin ir más lejos iba a todos los tentaderos, entonces yo veía, veía muchas veces vacas que salían extraordinarias y no las aprobaban. Date cuenta que en esa casa hubo dos toros, muy importantes, el 18 y el 22 los dos de nombre “Guardián” que fueron los que le ligaron, de hecho “desgreñado” es hijo de ese 22, de ahí que las 25 vacas que me traje para casa eras de esos toros” finalizaba comentando un Gerardo Ortega que años más tarde de esta entrevista sigue apostando firmemente por ese toro que tanto le llena.
Toros de autor: la historia de un hierro con identidad propia
“Mi abuela Amalia era la dueña de la finca donde actualmente pasta la ganadería. Ella también fue la propietaria del hierro de Torrealta, antes Amalia y Alberto Márquez, una divisa formada a finales de los años 30 con vacas de Villabragima y sementales de Saltillo” comentaba Gerardo Ortega al programa Tierra de Toros de Canal Extremadura. “Mi padre allá por los años 70 empezó a traerse los toros de la ganadería a esta finca, dejando las hembras en la que teníamos en Trigueros y así estuvimos hasta que en el año 2000 que yo me traje la ganadería al completo a esta zona”.
Una vacada que ha tenido varias sangres hasta llegar al punto donde se encuentra actualmente. “Tanto mi padre como mi madre eran ganaderos, cada uno con una sangre diferente, pero es que después mis tíos también han sido ganaderos, mis hermanas, o sea, yo he olido a toro desde que nací”.
“La ganadería de mi abuelo tuvo una serie de cambios a lo largo de su historia. Sí que es cierto que en el año 60 mi abuelo compra al Marqués de Domecq, cuando por entonces el Marqués y Carlos Núñez eran las dos ganaderías punteras. Después mi padre en el año 76 adquiere 50 vacas al Marqués y 50 vacas a su amigo Luis Algarra de las cuales venían unas 20 o 25 vacas viejas de Juan Pedro y el resto era la de del año 82. De esa venta vinieron una serie de vacas que para mí han sido pilar donde yo he podido trabajar más” comentaba de nuevo Gerardo Ortega.
Hierro donde también ha sido clave y fundamental la incorporación de animales marcados a fuego con el hierro de Los Guateles. “Cuando yo llego me centro más en lo de Algarra y elimino casi todo lo del Marqués, dejando eso sí parte que me gustaba, pero veía que a la ganadería le faltaba algo, y de ahí vienen los sementales que adquirimos a la ganadería de los Guateles, un tipo de toro que no había en casa”.
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